miércoles, 30 de junio de 2010

Cheering up...

Tan larga que a veces hasta da fiaca vivirla. Pero dejo los dilemas filosóficos de lado, porque me aburren y claramente no son mi estilo, y paso a las minucias cotidianas que nos entretienen a todos...

Anoche un turista cagó al lado de un árbol, por ejemplo.

Se ve que Angus había tomado demasiado, así que tras su décima copa de ron con coca, vomitó en el baño y liberó su costado más primitivo defecando junto al árbol de mango.


Empecé el gimnasio. Voy todos los días. Veo muchísimas colombianas en calza y entrenadores homosexuales (o metrosexuales, que no es más que un mero eufemismo). Los lunes hago yoga con Lashkmi, una inglesa toda pintarrajeada que parece de goma y me hace temer que sea una de las tantas materializaciones de mi ser si sigo viajando sin rumbo...


Su folleto de presentación dice algo así como "Lashkmi fue iluminada por Rahabad Burdabilidwejfrhgkqb, quien a su vez fue iluminado por... " y así sucesivamente en una cadena de luz que si fuera propiedad de Telefónica, saldría una fortuna.


Los martes voy a tonificación con Alfredo, un colombiano musculoso bien morocho que canta las canciones en inglés sin saberse la letra y hace chistes que nunca logran provocar gracia. Con él levanto pesas.


Los miércoles, como hoy, quisiera ir a body combat. Clase dictada por un metrosexual con anteojos transparentes y micrófono a lo Madonna.


Los jueves, spinning con Giancarlos nuevamente. Más tarde me llevé la decepción de descubrir que la clase de "abdominales" constaba de una serie de 500 abdominales... (todos rieron de mi desilusión, debo admitir que el título no me prometía mucho más... pero qué sé yo, una siempre fantasea con algún espinal, una sentadilla... algo de misterio).

Los viernes bailo rumba con Rafa, el colombiano que desearía haber nacido mujer. Frente al espejo simulamos agarrarnos de la barra mientras hacemos un striptease ficticio... imperdible. Salgo sabiendo otro oficio cada vez que voy a esa clase.

Mis momentos de gimansio me premiten escapar del hostel... cual película de horror o film surrealista de Buñuel, trabajar y vivir en el hostel puede tornarse abrumador... Más para una persona que disfruta tomar responsabilidades y generar una sensación de dependencia en el otro... a la semana de trabajo, era la única que tenía noción de quién era quién, dónde estaba, qué hacía, qué había consumido y adónde se dirigía...

Tras la satisfacción del evidentemente buen desempeño laboral, caí en la cuenta de que estaba trabajando gratis en mitad de mi viaje... y el chupahuevismo que debería ser parte intrínseca de mi persona, reflotó. Hoy por hoy, sólo trabajo unas horitas por la noche y ya casi no tengo idea de nada... un placer. Razón por la cual cambié el gimnasio por salidas nocturnas diarias...

Emma trabaja como "entertainer". De 6 a 12 planea juegos y actividades para que los gringos se diviertan y se queden un día más. Así, hay noches de bingo, charades, torneos de pool, quizzes, clases de salsa, películas y demás...

Cuendo el grupo me cae bien, participo. Cuando no, me voy a dormir temprano.

La vida en el hostel de una manera u otra se "naturalizó". La gente cambia, hay historias nuevas, momentos diferentes, pero ya siento mi vida como una rutina... Paso el día en la pileta, voy como promedio una vez por semana a la playa (debería ir más, lo sé. Pero es temporada alta y están llenas y hace sólo un par de días que cambié mi horario y puedo tener vida...).

Termino esta crónica meses más tarde, porque la dejé a medio hacer. Básicamente, lo que me pasaba en ese momento era que ya no estaba maravillada por mi estilo de vida, ya había dejado de ser mágico. Entonces, como todo, hasta narrar mi vida no me motivaba... Pero en su momento fue genial. Eso es lo importante.

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