Parada en el costado de donde comenzaba la autopista, los
autos pasaban y, en general, sólo conseguía miradas raras de los conductores
que reflejaban un “¿qué carajo hace esta piba ahí sola haciendo dedo?”
Creo que el problema principal es que existe en el
imaginario de todos un estereotipo bastante rígido del que hace dedo… es decir,
un hippie zaparrastroso sin un peso. Uno espera rastas, mochilas gigantes,
aros, mal olor y clara pinta de extranjero. Cuando, como en mi caso, uno ve a
una chica con botas, uñas pintadas de rojo y corte alternativo, sólo dos cosas
se le cruzan por la cabeza al conductor: a) está loca o b) es una asesina
serial. Ambas opciones poco gratas para el que conduce…
Tardé aproximadamente 15 minutos en lograr que Jean Paul
parara. Para el promedio de autos que pasaron, fue mucho.
Jean Paul hablaba muy bien inglés y hasta español. Policía retirado, ex miembro del SWAT belga (sí, operaciones secretas anti bomba) su respuesta a mi pregunta sobre si su trabajo era peligroso fue: TODAS las situaciones en la vida son peligrosas, TODAS.
Me llevó hasta una gasolinera donde se despidió muy amablemente mientras me repetía por enésima vez que tuviera cuidado…
Jean Paul hablaba muy bien inglés y hasta español. Policía retirado, ex miembro del SWAT belga (sí, operaciones secretas anti bomba) su respuesta a mi pregunta sobre si su trabajo era peligroso fue: TODAS las situaciones en la vida son peligrosas, TODAS.
Me llevó hasta una gasolinera donde se despidió muy amablemente mientras me repetía por enésima vez que tuviera cuidado…
En la estación de servicio sólo me dediqué a acercarme a la
gente que llegaba con el auto y con un francés muy básico decir: "je m’appel
sophie. Je va a París. Et tu?" Después de la sonrisa algunos me decían que iban
para otro lado hasta que un polaco, cuyo nombre no recuerdo, me llevó hasta Waterloo.
Súper amable. Luego de mantener una conversación monosilábica me enteré de que había dejado Polonia hace veinte años, en pleno comunismo. Tenía tres hijas y era feliz en Bélgica. Se desvió 4 kilómetros para dejarme en otra estación de servicio.
Ahí compré mi mapa de rutas y después de acercarme a una
persona, encontré a Mustafá y Louis que iban a París! Originarios de Marruecos,
Me hicieron escuchar toda la música de su país mientras Mustafá (a quien yo no
podía dejar de llamar Mohamed) me explicaba qué veíamos a medida que nos
acercábamos a París.
No hablar francés dificulta la interacción con la gente que
me lleva… pero tras una sesión hipnótica con mi amigo Francesco, mi vocabulario
se incrementa poco a poco.
El próximo fin de semana ya tendré cartel y llevaré mate
para asustar un poco más a los conductores…