Nunca fui
muy fanática del fútbol (¿el técnico? ¿este año? Pasarela, ¿no? Ah, no,
Pekerman). Sigo creyendo que Simeone aún juega y que Verón está en el plantel.
Mis conocimientos de fútbol quedaron allá con mis amigos y familia, parece.
Sin
embargo, el mundial, como todos ya sabemos, tiene esa mágica capacidad de
volvernos ultra nacionalistas de un día para el otro y convertirnos a todos en unos entendidos. Hasta opino, mirá, quién lo iba a decir. Ahora ya sé quién es Dimaría,
el Pipita y sé hasta los detalles de la vida conyugal del Kun (al resto,
exceptuando a Messi, creo que no los conoce nadie tampoco, ¿no?).
En Bruselas, Bélgica, un grupo de Facebook
organiza los encuentros en un mega bar donde se venden empanadas, bailamos
cuarteto y profesamos un exceso de argentinidad que le daría asco al porteño
promedio. Fuera del bar somos uno más. Otro inmigrante, otro extranjero.
Para el que
es tan desentendido como yo sobre los pormenores del balón pie, debo destacar
que no es casual que Bélgica no haya estado en mundiales anteriores: juegan mal.
Bélgica juega bastante mal (a diferencia de Argentina que sólo está pasando una
mala racha, OJO). De todas formas, la esperanza es lo último que se pierde, es
por eso que cuando uno mira un partido rodeado de locales, los gritos comienzan
en el momento en que un jugador belga toca la pelota. El mismo puede estar en
su propio lado de la cancha, junto a su arquero, puede convertir un gol en
contra, no importa, si Bélgica está en poder del esférico (esta variación para
decir "pelota" la aprendí hace poco) la reacción de la gente es
siempre la misma: locura. Sin ir más lejos, anoche contra Corea (creo
fervientemente que los coreanos deben de tener aptitudes para todo, menos para
el fútbol) ni bien Bélgica pasaba la media cancha, se escuchaban gritos de gol.
La pelota pasaba a tres metros del arco del oponente y se miraban entre ellos
aspirando saliva con el característico gesto de "la pucha, casi". Los
pases iban a los coreanos; cada tres segundos alguien hacía una falta; cada
rechazo del arquero belga era una fiesta (jugó bastante el arquero, eso es
cierto. Aunque Corea se empeñaba en que ningún tiro fuera realmente una
amenaza); "la figura" erró tres goles que, no voy a decir que yo
habría hecho porque diosito no me dio habilidad física alguna, pero que cualquier
persona normal haría. Y así y todo, festejaban, como nunca.
Sólo espero
que Argentina le gane a Suiza. Y que Bélgica le gane a los Estados Unidos. Y
así se dé el gran Bélgica - Argentina y yo pueda llegar al bar con mi camiseta
(que voy a tener que comprar porque nunca tuve una y ya me dijeron de un lugar
donde se ve que son truchas y están bastante baratas pero bueno, qué importa,
¿no?). Y ahí, ahí sabrán lo que es el fútbol... porque casi que todo lo demás
ya lo saben. Pero qué es el fútbol. Eso sí que no.