jueves, 23 de septiembre de 2010

Una fiesta loca, loca...

Noche de póker en casa de Mac. El dueño de casa, comandando la mesa en la cabecera, ostenta una gorra en la que se lee "Si quieres tener sexo conmigo dímelo con una sonrisa".
Junto a él, a la izquiera, Klaus. Casi dos metros, flaco, muy. Alto, muy. Extranjero, obviamente. Está en el negocio de las páginas web.
A la derecha de Mac, desconozco su nombre, pero es el francés de rastas que tiene la panadería. Franceses, pan. Lógico. "El horno mágico se llama". Tres amigos o hermanos llegan, empiezan a vender panes por la calle. Se abren su negocio. Uno de los mejores.
A la izquierda de Klaus, Marcos. Excelente bailarían de salsa. Biciclófilo. Líder de "El pedalazo", organiza salidas en bicicleta a diversos lugares.
A la derecha del francés, un mexicano que desconozco. A su derecha, otro gringo. Nuevo también para mí. Junto al gringo, Marcial. Artesano. Diseñador y productor de la riñonera de Laura.
En la otra cabecera, otro mexicano. Éste, de chomba y pantalón. No encaja en la diversidad del juego.
A su derecha, otro mexicano, no más de 20 años. Hip hopero.

A metros, Luis Fernando con su laptop pone música de último momento para Lidia, Vasanta y otra gringa cuyo nombre no sé.
Lidia, inglesa, imposible describirla. Imposible describir su forma de bailar. Vasanta, australiana. Su nombre lo dice todo. La gringa, rubia, flaca, alta, drogadísima. Corría un faso tras otro, sin parar.

Sigue llegando gente. Una pareja de mexicanos. Otra pareja, quizá, de gays. Uno, estirado cual elástico sobreexigido.
Raro. Muy.

Bailé un rato. Observé. Después me fui con Agustín y la Colo al hostel.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Una vida giratoria

Y se dio la despedida... Las chicas se fueron. Y una se siente... vacía, usada... sucia(*).

Al viajar es como si una se volviera en algún punto una suerte de puerta giratoria, por donde todos pasan. Entran, salen, van, vienen, te manosean (no todos, lamentablemente), te dejan marcas en el vidrio.
A veces reprimo mis ganas de sabotearle la existencia al otro para que sus planes se acoplen a los míos. "Para qué vas a volver a Europa, si llevás una vida miserable ahí? Eh? Decime".
Pero no, cada uno hace su viaje y toma sus propias decisiones y lo que hace este andar increíblemente maravilloso es el toparse con esa gente a lo largo del camino, la lástima es que después se van...

Para nuestra despedida no había muchos ánimos. Se nos hizo tarde, nos demoramos con nimiedades, pero siempre con un comentario u ocurrencia que nos hacía cagar de la risa a todos. Salimos con los dos italianos de la noche anterior, quienes, tras intentar irse a Palenque se toparon con "dos revoluciones" (sic) en la ruta y tuvieron que volver. Pasaron por nuestro hostel y nos dejaron su número. Tras varios desencuentros, terminamos llamándolos y encontrándonos en un bar.

Era gracioso porque estaban de alguna manera "asignados". Había uno para cada una. Excepto para Erika que le tocó un mexicano al que ella tenía menos ganas de ver que al túnel con la luz al final.
Yo no tenía muchas exectativas porque no me acordaba de la noche anterior y creía que mi italiano (cuyo nombre desconocía) era aparatoso y medio insulso.
El de Laura, por el contrario, aunque menos atractivo físicamente, era el más entrador. Extrovertido, caballero y comprador, era italiano de la cabeza a los pies.

Salimos, Erika se va a dormir, tomamos algo, nos sentamos en un banco y... sorpresa. Valerio resulta mucho más animado de lo que esperaba. Nos reímos por dos horas y nos despedimos de forma seca y un tanto incómoda. A las seis de la mañana salía su bus a Palenque. Ya eran las cuatro y media.
Otra vez, gira la puerta y salen.


*De ahora en más, en pos de evitar la explicitación "es chiste" o el molesto y un tanto redundante "jajaja", cada vez que encuentren el símbolo *, deben saber que el comentario no debe ser tomado en serio.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Dos días intensos, dos

El exceso de diversión del domingo nos deparó una noche de internet. En fila y cada una con su laptop, nos enajenamos mientras intercambiábamos comentarios y consejos sentimentales.

El lunes tocó clase de salsa. Al grito de "doble arrepentido", nos chocábamos las unas con las otras y procurábamos que nuestro sudor no excediera los límites de lo humano.
El profesor, Aaron, con sus muletas y pie enyesado dirigía desde la punta de un escenario mientras sus mejores alumnos hacían su trabajo. Plusvalía, lo llaman.
Por primera vez tomé una clase seria de salsa. Con teoría, práctica y pasos numerados con el radiograbador apagado... creo que prefiero bailar, pensé.
La tensión y el deseo de reproducir el paso recién aprendido son tales, que uno se confunde, tropieza, frustra... y se olvida de bailar y disfrutar. No dejaba de decirle a cada compañero de baile que me tocaba que se relajara y lo disfrutara como saliera, pero después de un doble giro trunco, los ánimos decaían...
Me divertí igual. Y aprendí. Pero creo que me gusta más bailar...

Por la noche caimos fulminadas. Cenamos en un lugar bastante bacán (no puedo evitar seguir pasando todo a pesos. Menos de veinte mangos me salió. Un plato super abundante, con gaseosa y todo. Es increíble esta ciudad). Laura conoció a la riñonera que había encargado. Fue emotivo el encuentro. Había muchas expectativas (principalmente de Laura). Después de pasar horas eligiendo un monedero diminuto, una riñonera de cuero representaba todo un desafío... Le gustó, la pagó y todos fuimos felices.

El martes fuimos a una gruta.
Nos pareció que le faltaba calefacción y un poco de pintura. Se notaba que había mucho sarro...
La excursión podría describirse meramente como 30 minutos de ruidos, gritos y constantes tarareos de fragmentos de música de películas de terror. Hay video. Hay fotos también.
Al terminar el sendero, a la Laura se le dio por transgredir las normas, salirse y treparse por ahí. Obviamente, se cayó. Mientras, yo entretenía a los que estaban por llegar para que no vieran a una española de casi treinta pirulos toda embarrada cagándose de la risa.
Por suerte nadie nos descubrió.

Después Erika quería andar a caballo (esto es casi como viajar con dos infantes. Son pura pulsión). Así que Laura se subió al bello caballo blanco llamado albino (sí, triste pero cierto. Su pureza radicaba en su falta de pigmentación...), Erika se subió a la yegua que Albino quería agarrarse, Tonia. Y a mí me tocó Grillo, el caballo castrado.
Tras media hora de comportamiento turístico promedio, salimos del parque y nos dispusimos a hacer ride (raid. dedo, hacer dedo), ya que somos más que avezadas en la ciencia...
Sólo los obreros que estaban construyendo la ruta nos prestaban atención. Después de apróximadamente media hora, nos paró una camioneta que tenía como una suerte de cúbiculo trasero cerrado (como una cámara frigorífica sin frío) para transportar pan. Nos metimos ahí. Sin ventanas ni luz, sacamos fotos boludas mientras pensábamos adónde nos llevarían y en cuántos pedazos cortarían nuestro cuerpo.
Nos dejaron en una estación de servicio, al final.
De ahí cumplimos el sueño de Laura de viajar en una de esas camionetas como las que usa scooby doo para resolver misterios y nos llevaron hasta un shopping (fue gracioso, tardamos mucho en decidir qué hacer en mi día libre y yo no paraba de proponer "ir de shopping", segura de que no había uno y de que estaba siendo re irónica proponiendo un destino banal en una ciudad con tal nivel de desarrollo artístico y tanta belleza natural...).
Al final terminamos en el shopping.
Compramos un vino y sacamos fotos.

De ahí hubo un último ride hasta las cercanías del centro. Caminamos hasta el mercado de dulces (sí, el paraíso) y tomamos un ponche de frutas en el stand de doña Rosario.
Descubrí que se puede hacer todo, TODO con mostacillas. Desde cocodrilos hasta tigres de bengala pasando por todos los accesorios que a uno se le puedan imaginar. Un día van a existir ciudades enteras hechas de mostacillas...

Vagamos como una hora con nuestro vino. O el restaurante era muy caro o no tenía destapador o no tenía permiso para dejarnos tomar alcohol o no nos gustaba la comida. O sólo rompíamos las bolas.
Terminamos en una hamburguesería de mala muerte. Yo, evocando Constitución con nostalgia; Erika, intentando reprimir su cara de asco.
Tomamos nuestro vino tinto Las Moras en copas de helado y nos dirigimos hacia Revolución.
De ahí en más, ya mucho no me acuerdo. Creo que hubo cervezas, dos italianos, un mexicano macanudo que, sin saberlo, malgastaba su saliva y energías en Erika, y otros bastante insistentes. Pero, nuevamente, hay fotos que me ayudarán a reconstruir la noche...
No tengo marcas ni tatuajes. Es bastante.

domingo, 5 de septiembre de 2010

San Cristobal, it's getting better all the time...

Tomando un chocolate con una finlandesa, se aparece un pibe de doce años y nos pregunta si queremos comprar un cd de cine arte.
Tuve una entrevista laboral en una futura escuela de español, empiezo la semana que viene. Las clases son al aire libre, en la terraza.
San Juan Chamula, a diez kilómetros de acá. Chiquito, chiquito, chiquito. Mucho mercado. Muchos nenes que se te acercan e insisten, insisten e insisten.

Hoy conocí a Erica y Laura. Una mexicana radicada en USA y una española.
Tras morir de risa en el mercado, volvimos a San Cristobal con un ride (a dedo, eso quiere decir, a dedo). En la parte de atrás de una camioneta, los pelos al viento y... libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre... con un ride.
Videos, fotos. Un cago de risa.

Al llegar fuimos a un café, donde los pequeños vendedores no dejaban de acosarnos. Es por eso que desarrollamos varias técnicas para espantarlos:
1) Narcolepsia. Automáticamente hacernos las dormidas, todas juntas.
2) Regálame. Simultáneamente empezar a pedir que nos regalen algo. Al unísono.
3) Canción. Like a virgin, bailando y cantando. Las tres al mismo tiempo.
4) La mirada. Imposible de reproducir por escrito.
5) Autismo. Mirada perdida. Laura hasta babeaba.

Después nos dedicamos a musicalizar gente, es decir, cantar “rolas” a cada persona que pasaba de acuerdo a su estilo y situación. Después de muchas canciones decidimos poner un cartel: “Cantamos rolas a voluntad”. Nadie nos pidió ninguna, pero bueno, es un negocio que recién empieza.

Saludamos gente al azar. Tras chicas saludando llama la atención, por eso es que más de uno volvía y nos hablaba.
A un tano le hicimos creer que éramos de Mormonia, cerca de España. Él se encargó de inventarnos la historia del país. Nos relacionó con los Borbones y vaya uno a saber qué invasión.
Después, como teníamos país, se nos ocurrió inventar un idioma. Charlamos un buen rato en una lengua nueva. Todavía no le pusimos nombre ni definimos la traducción literal de muchas de las expresiones, pero nos divertimos un rato…

Juro que Erika (porque se escribe así, me rompió las bolas para que lo escribiera bien) es Yani. Y Laura, es Esther. Estoy con Esther y Yani. Esto es una bomba de tiempo. Ya me duelen los músculos de la cara de tanto reírme.
Ni siquiera sé si alguien va a leer esto… Pero me sirve de recordatorio. Planeo subir los videos y fotos al feis buk. Hoy por hoy… me quiero.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Coloquialmente, San Cristobal

Esto es parte de un mail que envié a mi tío. Me gustaría dar un parte más detallado de la ciudad, pero creo que esto alcanza a pintar un poco el panorama. La próxima le pongo un poco más de rebusque artístico al menos. Pero ahora me da paja.


Anoche fui a ver a una argentina trompetista con un chico que toca los timbales súper bien. hay muchos argentinos, muy especiales, por cierto. hoy me invitaron a la inauguración de un centro cultural y a un cumpelaños y queremos hacer un taller de dibujo acá en el hostel. anoche hicimos noche de tacos y cocinamos con una alemana. tenemos muchas ideas, el hostel tiene sólo dos meses y estamos una chica mexicana, otro chico jovencito y yo. muy linda gente, muy relajado, muy lindo. ni siquiera es trabajo... llené todo de carteles para dar español, así hago lo mío y gano algo extra. pero es temporada baja.

si tengo que ser sincera, ya conocí gente muy, muy copada e interesante. ya me siento a gusto y entre amigos o futuros amigos y creo que en poco tiempo voy a sentirme parte del lugar. no me puedo quejar.
por el momento planeo pasar dos meses acá y vivir... tendrían que venir. no es córdoba, no es como cualquier ciudad hippie que uno conoce... hay artesano, pero también hay como mucha creatividad. y muchos turistas, europeos y demás. hay un mercado, las calles son angostas y de estilo colonial. hay comunidades indígenas, peleas de gallos y un camión que pasa vendiendo agua con un parlante con música.
hoy hice inflar la bicicleta, así que salí a andar. hay muchas iglesias. todo está decorado (creí que por el bicentenario, pero no. siempre está así el pueblo). justo enfrente del hostel hay una plaza donde todas las mañana practica una banda. los jueves hay como una feria y toca una orquesta música de todo tipo, en general, típica mexicana.
creo que suena bastante de ensueño el lugar, no? bueno, está lleno de extranjeros que vinieron y se quedaron.

hoy fui a emparchar la bici, pero joaquín y orestes no estaban. entonces me quedé en la puerta charlando con henry, un artesano de costa rica. él se fue y me dejó su bici mientars yo seguí esperando. al rato fui a la veterinaria de al lado, de cristobal. me prestó su baño y me quedé charlando con él y conociendo a sus tortugas. me contó de las peleas de gallos y me presentó a su sobrinita, a la que cuida por las mañanas. después apareció jose, una argentina que está de viaje. buscaba a orestes porque él sabe dónde hay hongos. al rato se fue y llegó fernando con su moto, pinchada. cristobal llamó a joaquín, el español dueño de la bicicletería junto con orestes y al rato vino con su perro. la moto de fernando no tuvo solución, mi bici estaba sólo desinflada y metimos la de henry adentro que todavía no había vuelto. me fui andando y me agarró la lluvia. me perdí y me empapé pero entes de llegar me compré unos plátanos con salsa picante. ahora adelina se fue a comprar cosas para hacer unos crepes y óscar se llevó la bici. es un chiste mi vida, supuestamente estoy trabajando ahora.
tengo bombilla y hay mate.

Ándale, wey!

Llegué a Playa del Carmen cual prima del campo que arriva a la gran ciudad. Sucia, cansada y sin un mango llego a un Puerto Madero desbordante de gringos.
Me recibió Diego, el amigo que teníamos en común con Meli. Tras caminar, un poco aturdida y sin entender nada (recuerden mis noches en Belice y Honduras. Sí, leánla de vuelta, ya terminé de completar el final de esas aventuras), llegó Carlos a buscarme para ir a la que iba a ser mi casa por tres semanas...
Al segundo día, Playa del Carmen me generaba repulsión. No había ningún Waldo, ninguna Emma ni Esther. Muchos argentinos bien, muchos yanquis mal, mucho de todo eso que hace mucho que no veía y que no sabía bien cómo explicar pero no me gustaba... consumismo exacerbado? glamour? cirujías, bikini, alcohol, drogas, MTV? No sé si exageraba o si meramente sufría la crisis de cambiar de un tipo de viaje a otro. Sabía a qué iba a Playa del Carmen, a hacer plata. Dónde se hace plata? Con turistas consumistas.
Lo que no sabía es que la temporada estaba terminando... O sea, poco trabajo. Tras días de intentar ver un departamento con Diego que se ajustara a nuestro presupuesto e intentar buscar trabajo sin currículums impresos (muchos ya saben la historia), decidí irme. Horas de charla con todas las amigas con las que cuento (gracias, chicas) me impulsaron a irme. Conocí algunos mexicanos, abrí mi espectro social y tomé la desición de seguir viajando hasta que la bendita temporada empezara y yo pudiera ir a venderle el alma al diablo por una buena suma de dólares mensuales.
Ya decidida a irme no va que súbitamente me salen esposo, casa y auto...
Y me quedo. Más de lo necesario. Y me doy cuenta. Pucha. Ya sé. No sé dónde. Por eso me voy. Otra vez.


Sep. Ushuaia ya es un lindo recuerdo. Tengo demasiado latentes los estándares de enamoramiento. Según la escala Freidergbert, un 3.2 no alcanza, menos después de sentir un sacudón de 9.7 (uno de los más altos desde Rómulo Villegas).
Amigas, estimadas, queridas... El Halley pasa cada cuánto? noventa? setenta? cada cuánto se vive un 9.7? Aspiro a un 8? Me conformo con un 6?
Pucha que es lindo compartir la cama...