viernes, 26 de octubre de 2012

Eché novio y me aburguesé

Me disculpo por el silencio y me dispongo a narrar los últimos meses de mi vida... por si a alguien le interesa leer, por supuesto.

El Junio llegó a mi vida Paul o "el rumano raro que quiere novia", ya que así solía llamarlo. Paul llega de traje a tomar clases de español. Adicto al trabajo. Serio, formal. Tenso, estresado. Joven profesional que trabaja en telecomunicaciones. El alter ego de Ramita. En dos clases ya habla. A la tercera quiere que le enseñe el subjuntivo. Toma clases jueves y sábados por la tarde. Dos horas cada día. No falta nunca... En pocas palabras, un raro. Esos freaks que no tienen nada mejor que hacer que llegar a su casa y escuchar audios de español. ¿Superación personal? ¿Perfeccionista al extremo? Vaya uno a saber... Un raro. Para mí pagaba las clases para salir con una chica.

La cuestión es que mientras me burlaba de él con mis amigas, un sábado cae en camisa a lo Charlie Sheen porque tiene una cita, está saliendo con alguien... "miralo vos al rumano". Pienso para mis adentros.
Dos semanas más tarde me veo haciendo chistes en clase, siendo cada vez más amable y divertida...
Un jueves de Julio no aguanto más y se lo confieso a Nanna: "me gusta el rumano. No sé cómo pasó, dios. Pero me gusta el rumano".

Al sábado siguiente lo invité a mi cumpleaños y no le di ni tiempo de reaccionar. Pobre rumano.
Antes de terminar la noche le doy el discurso de siempre. El "no busco nada serio. Somos muy diferentes. Todos mis ex eran bla, bla, bla. Yo soy... y vos sos... Yo soy libre, la independencia, la revolución, el Che, Fidel Castro, Cristian Castro, etc".

Dos meses lo tuve así. Haciéndome la loca. Hasta que un día, como es de esperarse, me deja. Me dice: te quiero y quiero estar con vos (en inglés o en argentino, no me acuerdo. Ya para ese entonces quería que le enseñe argentino) pero así no. Hijo de re mil puta, quién se cree que es para venir a quererme, ¿eh? Así como si nada, de un día para el otro. Un desubicado.

Después de una semana de no vernos, acepté finalmente su invitación a cenar (cenar era de novios. No podía acceder, era perder terreno).
Y yo no sé si fue la comida. O fue el spa de Luxemburgo. O fue la ida de urgencia al hospital por la infección urinaria que me dio el uso indecente de las piletas del spa. Pero la cosa es que de ser "el rumano", Paul pasó a ser Paul. Y de no incluirlo en mis planes, pasé a refregárselo en la jeta al mundo entero para sólo sonreír después del "está guapo y es una dulzura, ¿de dónde lo sacaste?" "Y... tuve suerte..."

Cabe destacar que llega un momento en la vida de una mujer cerca de los treinta o en los treinta o pasando los treinta en que el cuerpo prende la alarma de la cuenta regresiva de óvulos... Es como si existiera un pacto implícito entre las convenciones sociales, la cultura y la biología. "Yo te dejo hacerte los tres másters y recorrer dos continentes pero en diez años se me termina la producción. Ahí, sos mía, tamo?". Entonces, una anda con su vida libre y feliz como el viento, envuelta en abstracciones, orgullosa de sus logros hasta que Juan Carlos Útero empieza a inmiscuirse en tus quehaceres cotidianos y si antes te gustaban los poetas o los intelectuales que vivían del arte, súbitamente el instinto te dice "con este un polvo, m'ija. Nuestra producción es para ese" señalándote al medio timidón del costado al que le encanta jugar con sus sobrinos...

Sí, gente. La naturaleza no es tonta. Ya lo había dicho Schopenhauer hace tanto tiempo que ya todos nos olvidamos... El yin y el yan; el bien y el mal; la dama y el vagabundo; los Pimpinela. El universo es equilibrio en estado puro, la búsqueda constante de la armonía. Así se juntan el yuppie con la hippie loca. Él sueña con viajes exóticos mientras ella se come lo que hay en su heladera; él aprende a rescatar objetos de la basura y despreciar lo material mientras ella juega con su smart phone, fascinada ante semejante objeto mágico, misterioso. Situación digna de una canción de Arjona.

Avezado lector, sé que para este entonces ya habrás descubierto la oscura verdad y pensarás para tus adentros "pobre rumano, ¡huye! ¡Huye mientras puedas! ¡La rara es ella!". Pero, afortunadamente, algo aprendí tras tantos años de errores y, tarde pero seguro, pude descubrir, como mundana y ordinaria roca que soy, que estaba frente a un diamante en bruto. Y sí, tuve suerte.

Ahora Paul toma clase de vez en cuando. Cada semana visitamos un país diferente. A los dos nos gusta viajar y fantasear con la idea de adoptar un pibe en cada continente que visitemos (menos en Europa, creo que ahí lo haríamos). Le hablo gran parte del tiempo en español. Ya usa el subjuntivo. Entiende todo a la perfección. En unas semanas se va de viaje por un mes a sudamérica. Lo voy a extrañar.

Querida amiga (porque esta crónica más que parte de un blog de viajes debería ir al correo de lectores de la Para Tí), la próxima vez que rechaces la invitación al café del que trabaja en la oficina de al lado porque estás encajetada con el rubio ese que hace diecisiete años que estudia psicología y escribe para esa revista local de la que habla todo el tiempo, pensalo dos veces. Podés estar dejando ir a tu rumano raro... y nadie tiene la suerte de cruzárselo más de una vez en la vida.