domingo, 25 de diciembre de 2011

España y Castejón de Sos


El sol golpea la ventana y entra a todos lados sin pedir permiso al norte de España, en un pueblito de los Pirineos. Con setecientos habitantes, hasta los perros se saludan entre sí y saben de las andanzas  de los topos de los alrededores… 

Desconocido hasta para los propios españoles (“¿Castellón?” “No, Castejón.” “No, no, debes estar hablando de Castellón…”), la gente es excesivamente amable y los días se suceden suaves, en un continuo, inalterables…

En casa de Almudena están su padre, hermano y, usualmente, su madre, a quien el destino o la mera bilogía le llevó a su progenitora días antes de navidad, dejándole entero a un progenitor aficionado por el drama y con una gran necesidad de acaparar la atención… que su esposa ya no puede dispensarle. Ergo, el abuelo se clavó pastillas y la obligó a quedarse un par de días más en vigilia.  En navidad. En la otra punta de España. Macanudo el viejo.

Con los ánimos un tanto alicaídos, la familia aún festeja. Porque es España. Porque es navidad. Y porque hay vino y comida. Mucha.

El padre de Almudena tiene un registro de voz crónicamente alto y una tendencia a enfurecerse si uno no termina su plato de comida. Amante del jamón, un entendido de los fiambres y catador voluntario de toda variedad de vinos… me cae bien. Y como arraso (rememorando esas épocas de antaño en que se me conocía como “el critter”) con absolutamente todo lo que me ponga por delante, le caigo bien también.

El hermano de Almudena es el ideal de hombre con el que toda treintañera se quiere casar. El clásico buen tipo, trabajador y honesto que todas le envidian a su hermana, la que sí se casó. Preso cual princesa en la torre, Jerónimo se hace cargo del negocio familiar, un hostal, y pelea la crisis abriéndolo cada día, aunque no haya huéspedes.
El pueblo tiene un déficit de mujeres que Jerónimo sufre a diario. Yo tengo una lista de al menos quince amigas (a la cual, si sigo así, en dos años me sumo) que matarían por darle una decena de herederos…  

La familia se completa con Vero, la mayor, que vive a unos veinte metros (a una distancia media, considerando las dimensiones del pueblo) con su esposo Manel y sus dos hijas Queralt y Martina (sí, las dos primeras horas la llamé “carel”, “coral”, “quedar” hasta que decidí jugar sólo con la más chiquita).

Caer en las fiestas significó poder presenciar la lotería navideña. El gordo de navidad paralizó a España por dos días y acaparó toda la atención de los medios. Salió en Huesca, cerca de Castejón. Cientos de familias ganaron miles y millones de euros (debe ser una costumbre bastante arraigada… los premios eran descomunales). La relación entre la fe en el azar y las fluctuaciones de una de crisis parece ser directamente proporcional…

Castejón es turístico. Sobran los hoteles. La gente (principalmente españoles y algunos ingleses) se acerca durante las fiestas, fines de semana largo y, fundamentalmente, en invierno a esquiar. Sin embargo, la fuerte crisis ha generado un recorte general y un paro productivo al extremo tal de dejar al pueblo sin nieve… el gobierno promete una nevada en breve. Nadie le cree, como siempre.

Castejón es Iruya; o Yaví; o cualquier pueblito de Bolivia; o la sierra colombiana; o una comunidad perdida de Chiapas. Sólo que en lugar de sembrar, van en auto al pueblo más cercano a hacer las compras (excepto don Jerónimo, que orgullosamente cuida su huerto); en lugar de tener un puesto en la feria o el mercado, tienen un café, o un hotel o un centro de esquí; en lugar de secar la ropa al sol, lo hacen con la lavadora; en lugar de ir hasta el pozo a buscar agua, prenden el lava vajilla y en lugar de esperar a que abra la única cabina telefónica del pueblo de al lado, prenden su smart phone.  

Y ahí está Europa. Ahí está la diferencia radical entre culturas y continentes. En Europa no existe el medio de la nada. En el corazón de occidente la tecnología se hizo carne y el teléfono e internet son vitales… como la coca que masca la chola y el maíz que se muele en México. El pueblo se siente, la gente es de pueblo, la vida es simple, pero el confort es de ciudad.


Ando contenta por Castejón, pensando en los miles de equivalentes que tiene por el mundo…

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El transporte público en Bruselas

Bruselas es chiquita, muy. Hay dos líneas de metro, por ejemplo, que casi se superponen y hacen el mismo recorrido. Había capital, ganas de crecer, visión de desarrollo... entonces hicieron varias líneas aunque no tienen ni gente para subir en los vagones... Se me ocurren tantas otras capitales del mundo en las que podrían haber invertido, pero bueh.

El sistema de cobro es bastante... europeo. Hay en los costados de cada escalera y entrada una suerte de aparato donde uno mete el ticket. Es curioso destacar que no existe dispositivo alguno que se active ante el ingreso de ese ticket y permita el acceso... en otras palabras, yo nunca pagué boleto.

Mi percepción latinoamericana del mundo no me deja comprender por qué habría de abonar mi pasaje si nadie me lo exige... y mi capital, originario de mi trabajo y esfuerzo en latino américa,  me recomienda, si no me obliga, a no pagar ese boleto. ¿Cómo pretende el gobierno belga que yo abone dos euros (12 pesos argentinos, casi 40 pesos mexicanos) en hacer dos estaciones de subte si no hay molinete? ¿Eh? ¿Eh?

Sin embargo, existen, vaya a saber uno si son reales o meros mitos del folclor popular, los famosos "controladores"... hombres grises, figuras oscuras que se encuentran a la salida de cada estación y le piden a la gente su boleto. Cuenta la leyenda que quienes no muestran el suyo abonan 50 euros o son encerrados en un calabozo por días o son devorados por un monstruo belga de cien cabezas que sólo se alimenta de chocolates y pasajeros que se creen más "vivos" que el resto... Nadie los ha visto. Mis amigos me hablan de ellos. Cada vez que salgo de una estación ensayo para mis adentros las diferentes historias que contaré para apelar a su perdón... que hablo otra lengua; que soy turista; que me han robado la cartera; que juro que el boleto que muestro es mío y de hoy; que en México podría comerme 136 tacos con ese dinero; que lo usé y lo tiré... y más. El miedo se apodera de mí cada vez que salgo de una estación. Nunca los encuentro, nunca los veo. Sin embargo, hay como un deseo intenso, medio oculto, medio morbo, de topármelos... y ver qué pasa. Y tener algo más que escribir...

martes, 6 de diciembre de 2011

Segundo ride a París


En el mismo lugar que antes, con mucho más frío y lluvia, desenvainé mi cartel: París (dibujo chungo de una torre que parecía más una antena de telefonía celular) avec une argentine (banderita de argentina)... Los belgas no estaban preparados para eso. No, no.
Una sucesión de conductores forzaban la vista para leer el cartel y expresiones de lo más diversas se sucedían cuando ya estaban demasiado lejos o demasiado rápido para frenar... Más de uno se lamentó, lo sé por sus caras.
Por suerte, Smail paró. Argelino, hacía ya más de 10 años que vivía por estos lares... Entendiendo la mitad de lo que me decía pero deduciendo gran parte de toda la conversación gracias a mis grandes habilidades extralingüísticas (debería ser una suerte de súper poder, ¿no?), supe que en Argelia la cosa está jodida. Y que, al parecer, es principalmente culpa del gobierno... corrupto. Su historia me sonó familiar, pero en pos de no perder el hilo de la conversación traté de no armar analogías en mi cabeza.
Me contó que parte de su familia estaba en Inglaterra. Mi francés se limita a la sesión hipnótica con Francesco y  a un sitio web muy muy malo donde te muestran tooooodas las conjugaciones en las tres primeras clases sin vocabulario alguno. Como si fuera posible para mí usar el pretérito imperfecto sin saber cómo nombrar a los miembros de la familia... Fue esto último lo que me llevó a creer que en Inglaterra estaban las dos esposas de Smail, una polaca y otra inglesa. Tras reír un rato y explicarle mi malentendido caí en la cuenta de que quienes estaban en Inglaterra eran sus dos hermanos con sus respectivas esposas... una polaca y otra inglesa. Y que los que se casan con muchas son los marroquíes, no los argelinos...
Smail era divorciado.Vivía en Mons, cerca de la frontera con Francia y ahí tenía un restorán cuya especialidad era la carne. Cerca de llegar a Mons me preguntó si quería conocerlo y almorzar ahí... Chequeé mi agenda y vi que tenía casi toda la tarde libre, así que acepté.

La especialidad de La Cervoise era un gran pedazo de carne cruda sobre un rectángulo de roca híper caliente. Uno tenía que cortar y abrir la carne para cocerla bien... Raro, rico y raro. "Charlamos" (si se puede llamar conversación a un intercambio monológico donde yo simulaba entender) y luego me despedí. Smail me dejó su número y me dijo que volviera a pasar a mi vuelta de París.

Lejos de una gasolinera, al mediodía y con pocas hora de luz restantes la cosa fue difícil... Esperé como ocho minutos, nadie paraba, hasta que me acerqué a un auto que se acercaba por una calle alternativa y le pedí que me llevara a la gasolinera más cercana.
No recuerdo su nombre. Era de Túnez. Al principio,  desconfiadamente, el conductor no entendía mucho qué hacía ni para dónde iba. Después de presentarme y ver que era inofensiva me dijo que tenía 34 años, me preguntó mi edad, siempre de forma muy respetuosa, mientras se reía feliz de estar llevando una chica joven en su auto... (porque en Europa soy joven. Recuérdenlo, acá todos tienen 30 o más*).
Ay, ay, ay... tanta abstracción y tecnología para ir en busca siempre de lo mismo. Cómo nos gusta negar la biología, ¿eh?

Bajé en la estación de servicio y empecé a hablar con todos. Algunos, al verme, me daban instrucciones y no entendían que estaba pidiendo un ride. Otros, muchos, al principio me miraban desconfiados, me decían hacia dónde iban ellos y después de mi sonrisa con un fuerte merci boucup me preguntaban de dónde era, me hablaban en el poco español que sabían, nombraban a Maradona y empezaban a señalarme las placas de los autos que iban a Francia... La gente es buena. No me cabe ninguna duda.

Así encontré a Niko y Jeunes. Dos malabaristas con rastas que no tuvieron que deliberar mucho para decirme que sí...

En su camioneta llegué a otra estación de servicio, ya a sólo una hora de París.
Ahí me acerqué a cuatro estudiantes franceses que venían de Bruselas a pasar el fin de semana con sus familias. Un muchacho, tres mujeres. Una de ellas hablaba inglés y no podía entender del todo qué hacía ahí, sola... Parece que en Europa el concepto de "gratis" es muy alien... Más todavía el de "interactuar con un desconocido".

Me dejaron en París. mandé un mensaje al cel de Emma desde el teléfono de alguien en el metro y media hora más tarde llegó Esther para abrirme la puerta...

Un fin de semana de locos. Bien burgués. Con discoteca cara y restorán asiático... Gasté el triple de lo que me habría costado el pasaje. Pero al almuerzo con Smail y a las charlas de las gasolineras el dinero no las puede comprar... para todo lo demás, existe Master Card... pero tampoco tengo**, así que bueh...

*Para más información remitirse a "Bruselas, una ojeada al primer mundo"
**Por más información al respecto remítase a "Cómo sobrevivir en París sin internet, celular ni tarjeta de crédito"

jueves, 1 de diciembre de 2011

Cómo sobrevivir en París sin internet, teléfono celular ni tarjeta de crédito…


No se puede. Inténtelo, verá que no se puede.
El primer mundo ha dedicado todo su esfuerzo y empeño en cumplir al extremo el poner “la tecnología al servicio del hombre”. Seguramente en no más de unos 50 años todo un ejército de droides estará destruyendo todas las capitales, pero bueno, falta para eso.
Todo en París parece ser fácil… para el que cuenta con las herramientas indispensables para ser parte del juego.
 Sin internet en casa de Emma, me vi forzada a deambular por bares y escuelas captando señal donde pudiera. Agradezco a Dios, y a las miles de cuotas de Garbarino, que le permitieron a mi familia comprarme esa bendita computadora que salió seis veces más pero sin la cual, me atrevo a decir que, no podría ni salir a calle… Ya que el concepto de “ciber” en París es casi tan alien como el de “locutorio”.
Tras enviar un mail por la tarde, me vi forzada al día siguiente a llamar a la persona para concertar una cita. Número de Bélgica, ergo, los celulares de Emma y Esther no funcionaban. Podría usar Skype… pero carezco de tarjeta de crédito para hacer las cargas pertinentes. Decido, entonces, buscar un locutorio…
Debería de haber filmado la expresión en la cara de los parisinos. Algunos, entre mi pobre francés y el extraño concepto de lo que buscaba, ni siquiera me entendían. Otros, tras pensar un largo rato, desistían y con tristeza me decían meramente “no, no hay”. Estaban también, por último, los que creían que buscaba un ciber y me mandaban allá adonde el diablo perdió el poncho para encontrarme con muchas computadoras a 4 euros la hora. Sí, 4 euros la hora. A veces, muy esporádicamente, me topaba con cabinas… en donde era necesario meter tarjetas de 10 o 20 euros…
La vida en París es fácil. La tecnología hace todo por uno. Así, es posible tener internet en el auto, usar bicicletas plegables y  permitir que el GPS conduzca… El único requisito es pertenecer. El nivel de confort es tal que todos lo tienen todo… en su casa. Dentro de la esfera de lo individual. Como latinoamericana de visita, sobrevivir sin celular, internet ni tarjeta de crédito en París es casi como tirarse al río… sin canoa.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

A dedo a París


Parada en el costado de donde comenzaba la autopista, los autos pasaban y, en general, sólo conseguía miradas raras de los conductores que reflejaban un “¿qué carajo hace esta piba ahí sola haciendo dedo?”

Creo que el problema principal es que existe en el imaginario de todos un estereotipo bastante rígido del que hace dedo… es decir, un hippie zaparrastroso sin un peso. Uno espera rastas, mochilas gigantes, aros, mal olor y clara pinta de extranjero. Cuando, como en mi caso, uno ve a una chica con botas, uñas pintadas de rojo y corte alternativo, sólo dos cosas se le cruzan por la cabeza al conductor: a) está loca o b) es una asesina serial. Ambas opciones poco gratas para el que conduce…

Tardé aproximadamente 15 minutos en lograr que Jean Paul parara. Para el promedio de autos que pasaron, fue mucho.
Jean Paul hablaba muy bien inglés y hasta español. Policía retirado, ex miembro del SWAT belga (sí, operaciones secretas anti bomba) su respuesta a mi pregunta sobre si su trabajo era peligroso fue: TODAS las situaciones en la vida son peligrosas, TODAS.
Me llevó hasta una gasolinera donde se despidió muy amablemente mientras me repetía por enésima vez que tuviera cuidado…

En la estación de servicio sólo me dediqué a acercarme a la gente que llegaba con el auto y con un francés muy básico decir: "je m’appel sophie. Je va a París. Et tu?" Después de la sonrisa algunos me decían que iban para otro lado hasta que un polaco, cuyo nombre no recuerdo, me llevó hasta Waterloo.

Súper amable. Luego de mantener una conversación monosilábica me enteré de que había dejado Polonia hace veinte años, en pleno comunismo. Tenía tres hijas y era feliz en Bélgica. Se desvió 4 kilómetros para dejarme en otra estación de servicio.
Ahí compré mi mapa de rutas y después de acercarme a una persona, encontré a Mustafá y Louis que iban a París! Originarios de Marruecos, Me hicieron escuchar toda la música de su país mientras Mustafá (a quien yo no podía dejar de llamar Mohamed) me explicaba qué veíamos a medida que nos acercábamos a París.

No hablar francés dificulta la interacción con la gente que me lleva… pero tras una sesión hipnótica con mi amigo Francesco, mi vocabulario se incrementa poco a poco.

El próximo fin de semana ya tendré cartel y llevaré mate para asustar un poco más a los conductores…

domingo, 13 de noviembre de 2011

Bruselas, una ojeada al primer mundo


Cómo describir mi primera impresión de Europa… Cómo resumir en un par de líneas el shock cultural que representó el cruzar el charco.

Tras un año en México y ocho meses previos por Sudamérica, mi primera sensación de Europa superó cualquier expectativa. El viejo continente se presentó ante mí como un nuevo código, completamente inaprehensible y foráneo. Similar a aquel primer encuentro con Bolivia, Bruselas me mostraba una forma de vida muchísimo más alien que lo que mi paso por Buenos Aires estaba dispuesto a aceptar…

Para empezar, la disposición visual, la arquitectura y el diseño de la ciudad construyen imágenes idílicas, una sucesión de fotos postales que constituyen el espacio cotidiano de muchos.  Nada está fuera de lugar, nada desencaja. Catedrales góticas comparten la escena con palacios neoclásicos y jardines reales forjando una armonía que, aunque forzada, sólo ostenta esplendor… edificios abandonados se esconden a mitades de cuadra haciendo su mejor esfuerzo por desacomodar el orden y humanizar el entorno… No lo logran. Todo sigue siendo lindo. Todo sigue estando bien.

En Bruselas conviven todos. Es posible ver árabes, españoles, franceses, turcos y latinos. Todos conservan “su lugar” dentro de la amalgama social. Seguramente un tanto durkheiniana, la ciudad se estructura de acuerdo a los estándares sociales pre asignados según la Unión Europea…

Llama poderosamente la atención, la escasez de niños… Parece ser que los Europeos, satisfechos consigo mismos, con su estatus social y su nivel de confort se han visto en lo posición de prescindir casi por completo… de procrear. Han optado por relegar la ardua tarea de reproducirse a las economías en vías de desarrollo.
Podría asegurar que la edad promedio en Europa es 30. Todos son treintañeros. O parecen serlo. O aspiran a serlo. O lo serán dejando muy poca gente detrás suyo más joven aún…  
En su día promedio, el habitante de Bruselas trabaja unas pocas horas, quizá en algún departamento o ente no gubernamental, para luego salir por las callejuelas a ver algún show de jazz, jam sesión, espectáculo o  simplemente cenar con amigos… En el centro siempre hay gente. Todos salen a pasear. Nadie se preocupa por si alcanzará para las cuentas, porque siempre alcanza. Nadie se preocupa por dónde dejar a los críos porque nadie los tiene. Y nadie se preocupa por lo que implica salir de la casa en otoño por la noche porque el índice de criminalidad es nulo y el seguro social cubre todo tipo de gripe…

Fácil. Si tuviera que resumir mi percepción sobre Europa (o al menos sobre Bruselas)  en una sola palabra, la primera que se me viene a la mente es “fácil”. La vida en simple. Lisa. Llana. Sin preocupaciones. Hay trabajo, hay bienestar, hay tiempo para el ocio, el entorno es ameno… la vida en Bruselas es fácil.

domingo, 18 de septiembre de 2011

San Cristóbal a dedo (leer hasta el final...)

Partimos junto con Manu un viernes por la mañana. Yo, mochila minúscula. Manu, mochila de mochilero, bolso con clavas, bolso común, ula ula y cámaras de las buenas... Obviamente, la ayudo a cargar.

Afortunadamente, el día previo tomamos la precaución de raparme la cabeza y dejarme una cresta. Así, con el aro de ula ula y las clavas en el bolso, nadie podía distinguir cuál era la más hippie de las dos... Creo que de no ir a dedo, pagando boleto nos habrían mirado raro.
Carlos, un closer* del hotel Royal, justo tenía día libre. Así que paró. Iba originalmente sólo hasta Puerto Aventuras, pero al, evidentemente, no tener nada mejor que hacer, nos preguntaba ante cada playa que pasábamos si la conocíamos y si queríamos ir. Duplicó su viaje hasta Tulum, media hora más tarde de Puerto Aventuras, mientras nos hacía escuchar un casette (sí, casette) de su banda de reggae. En sus cuarentas, Carlos había tenido una banda diez años atrás, cuando el timeshare no se encontraba dentro de su universo conocido.
Hoy por hoy, llevaba consigo su cassette y en su día libre no sabía bien qué hacer.

Erasmo iba hacia Bacalar, donde viven sus padres de más de ochenta años. Soltero, pulcro, culto y profesional, Erasmo fue de esos viajes placenteros y tranquilos donde se debate sobre temas de carácter internacional. Me tocó ir adelante. Quedé a cargo de la plática.

Un ride de 10 minutos estilo taxi nos llevó hacia Fernando. De pocas palabras, pero buenazo, Fernando transportaba medicamentos. Había pasado la noche en Playa del Carmen, solo, y no entendía por qué tras 12 cervezas en la playa no pudo conocer a nadie... (mi teoría fue que nadie se le iba a acercar en ese estado de ebriedad... y se lo dije).
El viaje fue largo. Tras una primera hora de respeto, terminamos dominando su estéreo, llenándole la camioneta de yerba y pidiéndole que pare para que comamos... Fernando no parecía estar disgustado. Menos tras llamar a su compañero Marcelo para contarle que iba con dos argentinas. Nos pasó el teléfono para que evidenciáramos la veracidad de su historia y nos dijo que el lunes regresaba, así que intercambiamos números.

Fernando nos dejó casi en Palenque, hasta donde tuvimos que pagar. Ya en el Panchán (un pseudo centro turístico con cabañas precarias en medio de la jungla, con monos que gritan como si estuvieran poseídos y mucha marihuana), Manu hizo un show de fuego a cambio de la comida. Yo me presentaba como su manager (he notado que en el ámbito circense los logros académicos no son tan apreciados... razón por la cual me reservaba mi profesión para mí. Mi carta de presentación era sólo el haber venido sola por tierra...).

Hacia San Cristóbal hubo que pagar. Dos rides cortos (entre ellos el de José Manuel. Amigo ahora del facebook que cruzó dos veces de "mojado" a iusei para regresarse con la crisis) nos dejaron en medio de la sierra desde donde tomamos dos combis. Una de las cuales vomité (demasiada curva, che).

Ya en Sancris esperamos a la Cocota, mamá de Manu que arribó una hora más tarde por medios de transporte más convecionales, es decir, pagos. Nos dirigimos al hostel de Rudy (aquel en el que ya había trabajado un año atrás). Con algo de nostalgia y muchos recuerdos no logré ver a Rudy (quien se encontraba disfrutando de que su esposa e hijo estaban del otro lado del charco... pinches mexicanos) y pagué la noche con poco descuento. Por suerte, uno de los cambios implementados en el hostel fue una tele muy grande con un reproductor de DVD donde vi dos películas de Woody Allen que me propiciaron una buena epifanía para el día siguiente...

Que fue lunes. Nos encontramos con José Luis en el supermercado para ir a quedarnos en su casa... José Luis está pisando sus 60. Hippie por naturaleza, le encantan la comida, el alcohol, las mujeres y los chistes de doble sentido.

Me quedé en su casa sólo una noche, ya que el universo quiso que en Sancris volviera a ver a Goni (sí, Gonzalo, uno de los protagonistas de "Atrapados en Obaldía"). Me empapé hasta su casa. Comí uno de los mejores asados en meses (si no el único) y dormí con él y su primo (vil mentira ya que no había lazo sanguíneo alguno) para ver Dragon Ball Z con fiebre a la mañana siguiente.

Mientras tanto (en un lugar no lejos de allí), la Coco y Manu se mudaban a casa de Rosa María. Sola en medio de la montaña, Rosa María afrontaba junto con sus tres insoportables y olorosos perros la ruptura de su matrimonio y la decisión de su hijo adoptivo de quedarse con su padre en el DF. Rosa María fue para mí ese ejemplo de mujer que ninguna quiere llegar a ser. Sumamente amable al recibirnos y en una casa totalmente equipada en la montaña, Rosa María disfrutaba recibir halagos y hablar de sí misma y de su historia de vida autoafirmándose mediante el discurso como una luchadora. Al igual que con un ride, uno paga la estadía en casas ajenas escuchando al dueño de casa y preparándole la cena.

Hicimos nuestras compras en el mercado. Manu fue perforada varias veces por Goni **. Nuestra obra teatral **** nunca vio la luz. Opté por recluirme temprano cada noche. Extrañaba mi espacio y mi soledad, es por eso que no logré ninguna interacción nocturna.

Volvimos al Panchán. Vimos las ruinas de Palenque. Tuve varios momentos mágicos (con y sin la influencia de estímulos externos) y se dio el ride vuelta...
Una señora apurada que casi ni nos saludó nos dejó en el cruce donde nos recogió Salvador. Con sus 25 años, Chava anhelaba viajar, es por eso que nos interpoló con su simple "y tú, ¿por qué viajas?". Preguntas sencillas y directas que te dejan pensando y obligan a la introspección... Mi respuesta fue algo así como, todos quieren, yo quiero, cuándo si no ahora, ¿no?

Álex y Manuel fueron los siguientes en recogernos. Una camioneta último modelo con Janis Joplin de fondo llevaba a un cincuentón terrateniente de tipo bohemio y a un arquitecto de no más de 25 años que iba a ver su terreno. Amables, curiosos y excelentes anfitriones, nos invitaron a comer un pollo con mole exquisito junto a la ruta.

Y ahora... el plato fuerte.
Quedamos en el control fitozoosanitario, junto a un retén militar. Los militares se encargaban de parar autos y preguntarles adónde iban para asegurarnos un viaje.
Así subimos al carro de Samuel y Carlos.
Samuel, bajito, fibroso, hiperactivo.
Carlos, paciente, analítico, servicial.
Los muchachos iban en un auto importado, quizá modelo 2000, a 160 km por hora por la ruta en pos de alcanzar a Panterita, a quien debían hacerle una entrega.
El narco corrido a todo volumen imposibilitaba el diálogo. Las primeras conversaciones que tuvieron lugar entre ellos abordaron temas como todas las veces que chocaron y cómo se hace para que la policía no te encuentre las drogas en el auto.
Las miradas que intercambiábamos con Manu oscilaban entre la desesperación y el pánico.
Samuel era hiperquinético. Un peligro al volante. No dejaba de tocar cosas, manipular objetos e intentar hacer llamadas por teléfono.
Carlos era calmo y amable. A todo momento intentaba cerciorarse de que estuviéramos bien y cómodas.
Juntando el coraje para decidir bajarnos del auto, súbitamente se detienen y ambos bajan. Cambian de conductor designado y a los minutos cruzamos un control policial.
Ellos se estaban beneficiando más de llevar dos chicas que nosotras de viajar gratis...
Samuel vuelve a agarrar el teléfono y consigue hablar con su esposa. Él tiene 23; su mujer, 22. Tienen dos hijos, Cristian de 7 y Deisi de 4. Hay un tercero en camino. Poco a poco entramos en confianza. Samuel conoce varios lugares, en todos chocó un auto.
Carlos se presenta como el intelectual. Nos habla de una española a la que conoció y nos pregunta si creemos que el amor trasciende las barreras de lo físico, si es posible enamorarse de alguien al conocerlo, por su persona y por quién es más que por su apariencia física, ya que él no es feo... es re feo (textuales palabras de Carlos. No podemos más que darle la razón).
Paramos varias veces en todo el viaje debido a la hiperactividad de Samuel. Compramos una mesa con bancos para su mujer (los probamos. Yo ayudé en el regateo).
Paramos más tarde a comprar unas pastillitas para Panterita, a quien tenemos que alcanzar.
Más tarde nos enteramos de que el auto va limpio. Sólo podrían agarrarnos por exceso de velocidad... La "chamba" tendrá lugar en la pensión. Panterita lleva la mercancía.
Súbitamente cruzamos un camión. Ahí va Panterita!!! Paramos y rápidamente le entregan lo que le corresponde. Más adelante se verán en la pensión. Celebro el intercambio. Lo logramos.
Comemos unos tamales con los muchachos, tras 3 hs. de viaje ya no hay miedos ni secretos. Todos somos cuates.
Nos dejan en el cruce Chetumal-Cancún y nos piden que tengamos cuidado. Nos dejan su número y quedamos en llamarlos si alguna vez andamos por Chetumal...

El ingeniero Zapata en su escarabajo no amerita ni dos líneas.

Pero Armando y Jorge, en su Hummer, de noche, desde Bacalar hasta Playa se nos aparecen como la polarización. El antagonismo. Los opuestos. Treintañeros bien. Burgueses dueños de su propia empresa en un jeep que parecía una nave espacial nos matan a preguntas sobre nuestros viajes y nuestra vida sin entender mucho de nada... Me gustó más viajar con Carlos y Samuel, creo.



*Closer: último eslabón de la cadena alimenticia del timeshare, ergo, el que come más.
**Cabe destacar que esta afirmación no hace alusión a ningún tipo de albur o doble sentido. Gonzalo le agujereó ambas orejas, arriba, en el cartílago y la nariz, en el medio, entre las fosas, por debajo. A lo Apocalypto***.
***Cabe destacar también que después de ponerse ese aro, la más hippie del viaje fue Manu, sin lugar a dudas.
****Tres sketches cómicos de improvisación que planeábamos hacer con Manu y la Coco en la calle de SC.

domingo, 21 de agosto de 2011

Sobre cómo me echaron del laburo a causa de un tano infiel

Giuseppe (protegemos su identidad por razones obvias) llegó a Playa del Carmen desde una ciudad cercana para pasar unos días con su madre, quien estaba de visita desde Italia. Amante de la música electrónica y de la fiesta, Giuseppe salió ese fin de semana sin expectativas. No esperaba mucho de la noche. Sin embargo, tomó la precaución de llevar consigo una caja de condones en caso de que aconteciera una emergencia.
Paralelamente (en un lugar no lejos de allí. Contextualización fílmica al estilo Batman), el timeshare perdía día a día su justificación racional. No recibí un bono por no asistir a una junta cuya existencia desconocía. Me desperté ese día con mensajes de mis compañeros, hice dedo, llegué diez minutos tarde sin orgullo y humillada para no recibir nada. A partir de ese momento caí en la cuenta de que estaba haciendo algo desde hace meses exclusivamente por dinero... que no me estaban dando. Falté, llegué tarde, me puse a escribir en lugar de trabajar, deambulé por el hotel como turista, me revelé ante el mundo (o bueno, almenos ante el mundo del tiempo compartido). Portar ese uniforme de pseudo azafata se me volvió cada día más tedioso... Cabe destacar que empezar a leer La Náusea de Sartre no me ayudó mucho a re naturalizar el medio tampoco...
Una discoteca de esas que suelo evitar reunen a la chica del timeshare con el tano infiel. La atracción fue inmediata, una vendedora de ilusiones y un comprador compulsivo.
Dos noches memorables. Dos días olvidables en que presencio cómo le aplican presión a mi familia de israelitas canadienses para que tomen una decisión en cuestión de minutos mientras su hijo de meses no deja de llorar...
Las señales fueron obvias. No necesitaba de un campo arado con figuras extrañas para caer en la cuenta de que el "negocio" ya había cumplido su ciclo y no tenía nada más para ofrecerme.
La famosa junta de los martes convoca a nuestra jefa, quien enojada nos pide que de una vez por todas tomemos el trabajo en serio (aunque no tengamos salario) y dejemos de llegar tarde o irnos temprano (aunque no tengamos salario), porque dónde se vio que uno haga lo que quiera en su trabajo (aunque no tengamos salario).
El tano se va esa misma tarde y me ofrece vernos, seguramente por última vez, con su madre en la playa.
Me fui. Me echaron (palabras textuales a mi supervisor: che, creo que me voy a ir porque estoy caliente con un tano). Y Susana (conservamos su anonimato porque no recuerdo su nombre) pudo en tan sólo una semana en México ver a su hijo, conocer a su nuera... y la opción B, ya que Giuseppe no escatimó en demostraciones de afecto delante de ella.

Para todo lo demás, existe Mastercard.

Hace varios días que me eché o me renunciaron. Disculpen que tardé en tipear esta crónica, estuve ocupádisima yendo a la playa, cocinando, comiendo, leyendo, escribiendo esta y más huevadas, saliendo de joda y durmiendo hasta tarde... Espero verlos pronto.

jueves, 18 de agosto de 2011

EL DISTRITO FEDERAL, una mirada postmoderna y mala onda

Con un zócalo similar a la Plaza de Mayo (con manifestaciones y todo), peatonales similares a Florida y Lavalle, similares líneas de subterráneos, similares barrios, similares edificios… el DF se presenta como una versión de Buenos Aires mucho más grande y mucho más gris.
Universalmente traducible, uno sale del aeropuerto y ya sabe adónde ir y cómo… Mapitas de los recorridos del metro, trolebús, colectivos. Barrios elegantes resaltados con colores. Un pseudo San Telmo con la casa de Frida Khalo. Edificios igualitos a los del microcentro. El DF es igual a cualquier otra ciudad… pero más pobre. Y con un nivel de represión que se siente en el aire.

Quizá escapan al ojo promedio… pero justo al ladito del zócalo, ahí nomás de la catedral, cerca del palacio municipal y demás edificios gubernamentales se erigen imponentes los restos de Tenochtitlán. El origen de México. Su historia callada por España; por las miles de iglesias que se construyeron sobre cada templo. Las ruinas, rodeadas de placas de durlock que resguardan el trabajo de investigación y las excavaciones, persisten como testigos mudos y prueba fehaciente de que el DF no es una ciudad como cualquier otra… y no debería intentar serlo.

Así, uno anda por el DF como sintiéndose en casa pero con una punzante sensación de que algo no anda bien… Y es en los recovecos, en las esquinas, en los espacios más ocultos donde se ven las diferencias y donde se aprecia su identidad.

Los mercados clandestinos abundan. Con las bolsas listas y las cosas a mano para salir corriendo ante el primer atisbo de una sirena policial, los vendedores ambulantes se asientan en cada espacio libre.
El bar de moda es la pulkería.
Pulke. Moco de alien. Sangre de depredador. Un derivado del maguey (tipo de cactus) de consistencia viscosa y colores varios. Mezclado con leche, apio u otras cosas, sabe muy rico, al punto en que te tomás dos vasos, quedás re en pedo y ni cuenta te das.

Llegué al DF, la ciudad más grande de Latinoamérica, esperando diversidad, transgresión, vanguardia. Encontré conservación en su extremo. Homogeneidad excesiva. Religiosidad impuesta. Ideales y estándares foráneos. Malinchismo exacerbado y mucho, mucho tipo pajero…

La gente fue amable desde que salí de las escaleras del subte. No caminé ni dos pasos y un estudiante ya me estaba preguntando si necesitaba ayuda. El turista escasea. Somos una especie rara.
Sin embargo, nunca supe si la gente me era amable de forma espontánea o si mi carácter de güera me convertía en ese ideal instaurado desde la conquista.
Blanca. Blanca y mujer. Blanca, mujer y con cabello corto. Blanca, mujer, con cabello corto y sola. Una en un millón.

Pasé un par de días con Mili y Uri. Geniales. Conocí a Blue Demon, una estrella de la lucha libre. Y miré tele de aire. Telenovelas. Y ahí lo entendí todo…
A México le cagaron la vida las telenovelas…
Se fingen embarazos, se arman triángulos amorosos, se espera salir de la pobreza encontrando al hombre ideal... Con estándares irreales y expectativas ficticias, el mexicano promedio se complica la vida... como en la tele. Y espera salir de la dominación a través de la clase que lo somete.
Thalía y todas sus Marías son el modelo a seguir y un ejemplo de vida.
Cásese. Cásese bien.

Nota del traductor*: conste que puse en el título que la mirada era mala onda, ¿eh?

*Por traductor entiéndase yo misma.

SE ME ENMUDECIERON LOS DEDOS

Quién sabe por qué habrá sido, ¿no? Pero la rutina te atrapa y súbitamente, de un día para el otro, ya no tenés nada que contar… porque tus días transcurren iguales, porque naturalizás la playa, el Caribe, las presentaciones de venta, el timeshare y los all inclusive. Tu universo inmediato se osifica, se calcifica y para cuando te querés dar cuenta… ya no tenés nada nuevo que contar y no podés distinguir el miércoles del lunes.

Trataré de resumir estos nueve meses en el Caribe para recordarlos en el futuro… Vivir sola fue una experiencia única. De pasar de casas de desconocidos y hostels a de repente tener mi espacio y poder mear con la puerta abierta fue… sublime. Todos los días en pelotas.
Los primeros tres meses fueron de pura novedad, trabajo nuevo, casa nueva, tele, cable y gimnasio… para cuando caí en la cuenta de que tenía una rutina armada ya era demasiado tarde. Todos mis días se sucedían iguales. Ahí entré en pánico. Y, tras meses sola por el mundo, durmiendo en cualquier lado y sin saber adónde iba a ir mañana, mi vida en Playa del Carmen me estresó.
No me tomó más de 15 minutos caer en la cuenta de que no estaba tan mal tampoco. Estaba en la Caribe, con amigos y un trabajo archi relajado donde sólo juego a las cartas por computadora y me hago amiga de la gente para que ni por las chapas se les cruce la idea de que los estoy invitando a una presentación de ventas... más que al 47° aniversario de la compañía que ya hace 8 meses que se celebra… (sí, reconozco que mi trabajo es mediocre. Y vil. Pero me va a pagar la vida de mis próximos seis meses, cuando vuelva al ruedo. Como Rocky II, Depredador II y tantos otros que regresan con gloria).
Así, de un día para el otro, mi disconformidad crónica se fue (aunque debo reconocer que me vuelve… cada dos por tres).
Pero mi hartazgo me sirve de freno. Estos meses fueron una pausa para lo que se viene. Conocí mucha gente que vale la pena. Viví miles de experiencias gratas y aprendí a persuadir a la gente de una forma en la que jamás me hubiera imaginado que podía… todas herramientas útiles para la vida.

Lo que sí sé hoy por hoy es que México, o al menos el Caribe, ya agotó todo sus recursos. Tras noches de borrachera, romances truncos, amistades duraderas y mucha playa y sol ya me puedo ir. Es más, ya me quiero ir. Volver. Con la frente marchita, del sol supongo. Verlos a todos ustedes. Escuchar qué les pasó en este tiempo de ausencia y compartir, con quienes más quiero, un poquito de lo que vi.

Me asusta reconocerlo, gente, pero sólo viajando me siento con vida. Quiero creer que en algún momento me asentaré. Y seré feliz de vivir en un lugar y de pertenecer. Pero, hoy por hoy, después de escaparme por una semanita al DF, sé que soy una callejera. Y que quiero girar por el mundo hasta encontrar a aquel magnate ruso que me mantenga esta vida pero en un yate por el resto de mis días… (no necesariamente tiene que ser ruso. Podría ser también inglés).

Ay, ay, ay… qué vamos a hacer con Sofi. ¿Cuándo se va a casar? ¿Cuándo va a formar una familia? ¿Cuándo va a volver a Argentina? ¿Cuándo va a quedarse quieta?
No sé. Y no quiero (cara de enojada con ceño fruncido).

Desde ya, mi más sinceras disculpas a los que esperaban una vida más convencional de mí.

Qué le vamos a hacer...

Había una vez. Había una vez una raza de seres pequeñitos, diminutos, ínfimos. Su tamaño era minúsculo. Abarcaban un espacio mísero dentro del universo. Tan insignificante era su existencia que todas las galaxias todas los desconocían.

Estos seres, sin embargo, contaban con un terrible defecto, se tomaban demasiado en serio… incapaces de mirar a su alrededor debido a su chiquitísimo tamaño y radio de alcance, creían ser únicos; especiales. Es por eso que diagramaban sus vidas y rutinas de forma un tanto extraña y bastante aleatoria pero siguiendo un patrón que se les hacía lógico, ya que creían que tenían un propósito en el universo y una razón para existir.

Seguros de haber sido elegidos y asignados con una misión que excedía los límites de su comprensión, meramente se dedicaban a seguir adelante con su intrincado plan de diagramar a diario cada momento de acuerdo a sus serias actividades. (Desconocían la causa de su existencia, pero estaban segurísimos de que alguna había… Por eso se tomaban su vida bien a pecho).

Un día, tras interactuar a diario con otros seres de su especie para forzar su comportamiento a obedecer sus intereses (esta es la tarea que H30%% se había asignado a sí mismo, junto con el consenso de sus pares), H30%% súbitamente sintió un escalofrío que le corrió por todo el cuerpo… ¿Y si su existencia era azarosa? ¿Y si no había propósito alguno si no el mero ser… por un rato?
Volvió a sus tareas diarias un tanto exaltado, justo se estaban acercando algunos seres de su especie que requerían más dispositivos de aluminio enfriados rellenos con líquido gaseoso para incrementar su goce en los días que deliberadamente decidían dejar de hacer todo lo que usualmente hacían cada día (estos días solían ser unos pocos cada un período de tiempo fijo y establecido y bajo parámetros estandarizados de elección).
La interacción fue difícil. H30%% estaba asustado. Sentía deseos de hacer cualquier otra cosa posible, ya que, al sentir que su rutina era fruto de un plan deliberado y arbitrario escogido al azar, no entendía por qué debía persuadir a otros seres de su especie para que depositen sus papeles de colores en espacios para dormir con mayor decoración para los días en que ordenada y armoniosamente se rompía con la rutina iniciando la rutina de romper con las actividades diarias…

Súbitamente no le encontró sentido a su tarea diaria de torcer la voluntad de su especie y pensó que quizá ya era hora de iniciar otra actividad. Miró a su alrededor. Saltar en el agua se veía bien. También podía utilizar el dispositivo de plástico para enmendar supuestas equivocaciones crónicas. Siempre le había fascinado la idea de verse rodeado de seres de su especie mientras gritaba. O quizá trasladarse en alguna máquina de metal y pedir pequeños trozos de papel y marcarlos. La decisión estaba condicionada por la cantidad de papeles de colores que se le diera a cambio de realizar la tarea y por el valor numérico impreso en cada papel. Nada era fácil en este mundo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

¿A QUÉ TE DEDICÁS? SOY OPC, ¿Y VOS?

Qué hago… a qué me dedico… ¿Embauco gente? ¿Vendo ilusiones? ¿Trafico status? ¿Ofrezco beneficios? Vaya uno a saber… Mi labor consiste en “invitar parejas”.

¿A qué invito a estas parejas?
A una presentación de ventas de un club vacacional símil tiempo compartido pero que hizo todo lo humanamente posible para que no se lo llame así.

¿Invito a cualquier pareja?
Noooo, jamás. Eso sería un pecado. Invito sólo a aquellos que… “califican”. Por calificar entendemos que cuentan con un perfil socioeconómico que les permite tanto comprar, como inclinarse o interesarse por volver al mismo lugar una y otra vez y adquirir por adelantado semanas que lo convierten en “socio” del resort.

¿Cómo descubro si califican o no?
A través de un “discovery”. Es decir, preguntando, simulando interés y “descubriendo” si son unas ratas de pozo, si recién se acaban de conocer, si es soltera o tiene su marido en casa, si es canadiense o polaco, si tiene tarjeta de crédito, si viaja seguido, si tiene un buen trabajo, etc, etc.

¿Por qué parejas?
Porque parece estar científica y estadísticamente comprobado que la gente casada cae en la monotonía del reisindir y en la búsqueda constante de estabilidad a largo plazo. Además, no teniendo nada que hacer con su dinero, gastan en huevadas.

¿Cómo lo hago?
Evitando decir que es tiempo compartido, una presentación de ventas o cualquier cosa que se le parezca. Entregándoles regalos y apelando a sus sentidos y deseos de pertenecer a un grupo “selecto”, parte de un “club”, con beneficios “vip”.

¿Por qué oculto información y qué tiene de malo ser “tiempo compartido”?
Parece ser que después del boom del timeshare de los 80s y 90s, la venta de los mismos se sistematizó, convirtiéndose en una presentación larguísima donde una secuencia de vendedores maltrataba a la gente hasta prácticamente obligarlos a comprar.

¿Qué me dice la gente cuando los invito?
Existe un gran número de reacciones. Algunos aceptan fácilmente; a otros, su sexto sentido vacacional y sus miles de presentaciones vividas los alertan de que se trata de tiempo compartido y se resisten. En estos casos es necesario apelar a todo tipo de mañas y argucias para persuadirlos a que entren. Algunos dicen que no y jamás se los convence; otros dicen que sí al final, van y vuelven con cara de “me engañaste, era una presentación de tiempo compartido”; pero, existen también, los que se resisten, van, compran y vuelven con el pecho hinchado de alegría… esos son los que mejor me caen. No sólo porque cobro comisión de la venta, si no porque se dejan malcriar, disfrutan de los chistes y se regodean de su nuevo status… aunque recién la próxima vez que vengan se pondrán en vigencia sus beneficios. Creo que, en realidad, los que compran y quedan felices son los que más me gustan porque son los único que me dejan con la conciencia limpia de haber realizado una buena acción…