Trabajar con niños es- los pequeñines son- la experiencia es…
interesante. Como en el mundo y en la vida real, algunos te caen bien y hay
otros a los que sencillamente querés cagar a trompadas. Hay, sin embargo, un
fuerte pudor con el admitir abiertamente “ese nene no me gusta porque me cae
mal”. Principalmente porque uno, como educador y enseñante, debería liberarse
de prejuicios y tratar a todos por igual.
Eso es una mentira. Sepan la verdad. A la maestra, algunos
le caen bien y otros le caen mal y los que caen mal reciben otro trato. Es así.
A veces, los que caen mal son maleducados, caprichosos o
molestos. Otras veces, simplemente… caen mal. En mi caso en particular, suelen
gustarme los marginados (me rompen bastante las bolas, pero no puedo evitar
pensar que son el producto de padres desamorados), me gustan los que son
independientes y me encantan los que se portan bien. Uno se pregunta el porqué
de estos estereotipos, por qué a la maestra le caen siempre bien los chupa
medias, los que hacen la tarea, los cerebritos… no es que caigan SIEMPRE bien,
pero cuando tenés un montón de pendejos a los que no le
interesa un carajo lo que estás diciendo haciendo quilombo y tenés uno ahí solito, perdido, con
cara de gil que te pregunta cosas interesado en el juego y la actividad… le
tomás cariño. Eso es inevitable. Sí creo romper con el estereotipo de que sólo
los inteligentes o con aptitud para el aprendizaje son los preferidos, porque
estos me caen mal sin no muestran interés. En cambio, los duraznos que intentan
e intentan y le ponen garra… esos quedan en el corazón.
En definitiva, los nenes no son todos lindos. Algunos son
tan hincha pelotas que sus padres pagan mucho dinero para que pasen 8 hs
diarias conmigo todo su verano (estoy replanteándome el para qué adoptar, ya
cuido los hijos biológicos de otros y encima me pagan, je). Ahora, el dilema es
qué fue primero ¿la rompepelotez o el desentendimiento parental?
Porque en Europa hay mucho confort, lujo y bienestar, pero
los instintos y los lazos familiares caducaron el siglo pasado… están demodé.
Señor padre, si su hijo es un rompe pelota, quédeselo usted
en su casa algunas horas diarias y pregúntese por qué carajo le salió así, ¿no
le parece? Si me lo manda a mí, sepa que
existe la posibilidad de que en algún momento de la semana, lo trate mal.