domingo, 21 de agosto de 2011

Sobre cómo me echaron del laburo a causa de un tano infiel

Giuseppe (protegemos su identidad por razones obvias) llegó a Playa del Carmen desde una ciudad cercana para pasar unos días con su madre, quien estaba de visita desde Italia. Amante de la música electrónica y de la fiesta, Giuseppe salió ese fin de semana sin expectativas. No esperaba mucho de la noche. Sin embargo, tomó la precaución de llevar consigo una caja de condones en caso de que aconteciera una emergencia.
Paralelamente (en un lugar no lejos de allí. Contextualización fílmica al estilo Batman), el timeshare perdía día a día su justificación racional. No recibí un bono por no asistir a una junta cuya existencia desconocía. Me desperté ese día con mensajes de mis compañeros, hice dedo, llegué diez minutos tarde sin orgullo y humillada para no recibir nada. A partir de ese momento caí en la cuenta de que estaba haciendo algo desde hace meses exclusivamente por dinero... que no me estaban dando. Falté, llegué tarde, me puse a escribir en lugar de trabajar, deambulé por el hotel como turista, me revelé ante el mundo (o bueno, almenos ante el mundo del tiempo compartido). Portar ese uniforme de pseudo azafata se me volvió cada día más tedioso... Cabe destacar que empezar a leer La Náusea de Sartre no me ayudó mucho a re naturalizar el medio tampoco...
Una discoteca de esas que suelo evitar reunen a la chica del timeshare con el tano infiel. La atracción fue inmediata, una vendedora de ilusiones y un comprador compulsivo.
Dos noches memorables. Dos días olvidables en que presencio cómo le aplican presión a mi familia de israelitas canadienses para que tomen una decisión en cuestión de minutos mientras su hijo de meses no deja de llorar...
Las señales fueron obvias. No necesitaba de un campo arado con figuras extrañas para caer en la cuenta de que el "negocio" ya había cumplido su ciclo y no tenía nada más para ofrecerme.
La famosa junta de los martes convoca a nuestra jefa, quien enojada nos pide que de una vez por todas tomemos el trabajo en serio (aunque no tengamos salario) y dejemos de llegar tarde o irnos temprano (aunque no tengamos salario), porque dónde se vio que uno haga lo que quiera en su trabajo (aunque no tengamos salario).
El tano se va esa misma tarde y me ofrece vernos, seguramente por última vez, con su madre en la playa.
Me fui. Me echaron (palabras textuales a mi supervisor: che, creo que me voy a ir porque estoy caliente con un tano). Y Susana (conservamos su anonimato porque no recuerdo su nombre) pudo en tan sólo una semana en México ver a su hijo, conocer a su nuera... y la opción B, ya que Giuseppe no escatimó en demostraciones de afecto delante de ella.

Para todo lo demás, existe Mastercard.

Hace varios días que me eché o me renunciaron. Disculpen que tardé en tipear esta crónica, estuve ocupádisima yendo a la playa, cocinando, comiendo, leyendo, escribiendo esta y más huevadas, saliendo de joda y durmiendo hasta tarde... Espero verlos pronto.

jueves, 18 de agosto de 2011

EL DISTRITO FEDERAL, una mirada postmoderna y mala onda

Con un zócalo similar a la Plaza de Mayo (con manifestaciones y todo), peatonales similares a Florida y Lavalle, similares líneas de subterráneos, similares barrios, similares edificios… el DF se presenta como una versión de Buenos Aires mucho más grande y mucho más gris.
Universalmente traducible, uno sale del aeropuerto y ya sabe adónde ir y cómo… Mapitas de los recorridos del metro, trolebús, colectivos. Barrios elegantes resaltados con colores. Un pseudo San Telmo con la casa de Frida Khalo. Edificios igualitos a los del microcentro. El DF es igual a cualquier otra ciudad… pero más pobre. Y con un nivel de represión que se siente en el aire.

Quizá escapan al ojo promedio… pero justo al ladito del zócalo, ahí nomás de la catedral, cerca del palacio municipal y demás edificios gubernamentales se erigen imponentes los restos de Tenochtitlán. El origen de México. Su historia callada por España; por las miles de iglesias que se construyeron sobre cada templo. Las ruinas, rodeadas de placas de durlock que resguardan el trabajo de investigación y las excavaciones, persisten como testigos mudos y prueba fehaciente de que el DF no es una ciudad como cualquier otra… y no debería intentar serlo.

Así, uno anda por el DF como sintiéndose en casa pero con una punzante sensación de que algo no anda bien… Y es en los recovecos, en las esquinas, en los espacios más ocultos donde se ven las diferencias y donde se aprecia su identidad.

Los mercados clandestinos abundan. Con las bolsas listas y las cosas a mano para salir corriendo ante el primer atisbo de una sirena policial, los vendedores ambulantes se asientan en cada espacio libre.
El bar de moda es la pulkería.
Pulke. Moco de alien. Sangre de depredador. Un derivado del maguey (tipo de cactus) de consistencia viscosa y colores varios. Mezclado con leche, apio u otras cosas, sabe muy rico, al punto en que te tomás dos vasos, quedás re en pedo y ni cuenta te das.

Llegué al DF, la ciudad más grande de Latinoamérica, esperando diversidad, transgresión, vanguardia. Encontré conservación en su extremo. Homogeneidad excesiva. Religiosidad impuesta. Ideales y estándares foráneos. Malinchismo exacerbado y mucho, mucho tipo pajero…

La gente fue amable desde que salí de las escaleras del subte. No caminé ni dos pasos y un estudiante ya me estaba preguntando si necesitaba ayuda. El turista escasea. Somos una especie rara.
Sin embargo, nunca supe si la gente me era amable de forma espontánea o si mi carácter de güera me convertía en ese ideal instaurado desde la conquista.
Blanca. Blanca y mujer. Blanca, mujer y con cabello corto. Blanca, mujer, con cabello corto y sola. Una en un millón.

Pasé un par de días con Mili y Uri. Geniales. Conocí a Blue Demon, una estrella de la lucha libre. Y miré tele de aire. Telenovelas. Y ahí lo entendí todo…
A México le cagaron la vida las telenovelas…
Se fingen embarazos, se arman triángulos amorosos, se espera salir de la pobreza encontrando al hombre ideal... Con estándares irreales y expectativas ficticias, el mexicano promedio se complica la vida... como en la tele. Y espera salir de la dominación a través de la clase que lo somete.
Thalía y todas sus Marías son el modelo a seguir y un ejemplo de vida.
Cásese. Cásese bien.

Nota del traductor*: conste que puse en el título que la mirada era mala onda, ¿eh?

*Por traductor entiéndase yo misma.

SE ME ENMUDECIERON LOS DEDOS

Quién sabe por qué habrá sido, ¿no? Pero la rutina te atrapa y súbitamente, de un día para el otro, ya no tenés nada que contar… porque tus días transcurren iguales, porque naturalizás la playa, el Caribe, las presentaciones de venta, el timeshare y los all inclusive. Tu universo inmediato se osifica, se calcifica y para cuando te querés dar cuenta… ya no tenés nada nuevo que contar y no podés distinguir el miércoles del lunes.

Trataré de resumir estos nueve meses en el Caribe para recordarlos en el futuro… Vivir sola fue una experiencia única. De pasar de casas de desconocidos y hostels a de repente tener mi espacio y poder mear con la puerta abierta fue… sublime. Todos los días en pelotas.
Los primeros tres meses fueron de pura novedad, trabajo nuevo, casa nueva, tele, cable y gimnasio… para cuando caí en la cuenta de que tenía una rutina armada ya era demasiado tarde. Todos mis días se sucedían iguales. Ahí entré en pánico. Y, tras meses sola por el mundo, durmiendo en cualquier lado y sin saber adónde iba a ir mañana, mi vida en Playa del Carmen me estresó.
No me tomó más de 15 minutos caer en la cuenta de que no estaba tan mal tampoco. Estaba en la Caribe, con amigos y un trabajo archi relajado donde sólo juego a las cartas por computadora y me hago amiga de la gente para que ni por las chapas se les cruce la idea de que los estoy invitando a una presentación de ventas... más que al 47° aniversario de la compañía que ya hace 8 meses que se celebra… (sí, reconozco que mi trabajo es mediocre. Y vil. Pero me va a pagar la vida de mis próximos seis meses, cuando vuelva al ruedo. Como Rocky II, Depredador II y tantos otros que regresan con gloria).
Así, de un día para el otro, mi disconformidad crónica se fue (aunque debo reconocer que me vuelve… cada dos por tres).
Pero mi hartazgo me sirve de freno. Estos meses fueron una pausa para lo que se viene. Conocí mucha gente que vale la pena. Viví miles de experiencias gratas y aprendí a persuadir a la gente de una forma en la que jamás me hubiera imaginado que podía… todas herramientas útiles para la vida.

Lo que sí sé hoy por hoy es que México, o al menos el Caribe, ya agotó todo sus recursos. Tras noches de borrachera, romances truncos, amistades duraderas y mucha playa y sol ya me puedo ir. Es más, ya me quiero ir. Volver. Con la frente marchita, del sol supongo. Verlos a todos ustedes. Escuchar qué les pasó en este tiempo de ausencia y compartir, con quienes más quiero, un poquito de lo que vi.

Me asusta reconocerlo, gente, pero sólo viajando me siento con vida. Quiero creer que en algún momento me asentaré. Y seré feliz de vivir en un lugar y de pertenecer. Pero, hoy por hoy, después de escaparme por una semanita al DF, sé que soy una callejera. Y que quiero girar por el mundo hasta encontrar a aquel magnate ruso que me mantenga esta vida pero en un yate por el resto de mis días… (no necesariamente tiene que ser ruso. Podría ser también inglés).

Ay, ay, ay… qué vamos a hacer con Sofi. ¿Cuándo se va a casar? ¿Cuándo va a formar una familia? ¿Cuándo va a volver a Argentina? ¿Cuándo va a quedarse quieta?
No sé. Y no quiero (cara de enojada con ceño fruncido).

Desde ya, mi más sinceras disculpas a los que esperaban una vida más convencional de mí.

Qué le vamos a hacer...

Había una vez. Había una vez una raza de seres pequeñitos, diminutos, ínfimos. Su tamaño era minúsculo. Abarcaban un espacio mísero dentro del universo. Tan insignificante era su existencia que todas las galaxias todas los desconocían.

Estos seres, sin embargo, contaban con un terrible defecto, se tomaban demasiado en serio… incapaces de mirar a su alrededor debido a su chiquitísimo tamaño y radio de alcance, creían ser únicos; especiales. Es por eso que diagramaban sus vidas y rutinas de forma un tanto extraña y bastante aleatoria pero siguiendo un patrón que se les hacía lógico, ya que creían que tenían un propósito en el universo y una razón para existir.

Seguros de haber sido elegidos y asignados con una misión que excedía los límites de su comprensión, meramente se dedicaban a seguir adelante con su intrincado plan de diagramar a diario cada momento de acuerdo a sus serias actividades. (Desconocían la causa de su existencia, pero estaban segurísimos de que alguna había… Por eso se tomaban su vida bien a pecho).

Un día, tras interactuar a diario con otros seres de su especie para forzar su comportamiento a obedecer sus intereses (esta es la tarea que H30%% se había asignado a sí mismo, junto con el consenso de sus pares), H30%% súbitamente sintió un escalofrío que le corrió por todo el cuerpo… ¿Y si su existencia era azarosa? ¿Y si no había propósito alguno si no el mero ser… por un rato?
Volvió a sus tareas diarias un tanto exaltado, justo se estaban acercando algunos seres de su especie que requerían más dispositivos de aluminio enfriados rellenos con líquido gaseoso para incrementar su goce en los días que deliberadamente decidían dejar de hacer todo lo que usualmente hacían cada día (estos días solían ser unos pocos cada un período de tiempo fijo y establecido y bajo parámetros estandarizados de elección).
La interacción fue difícil. H30%% estaba asustado. Sentía deseos de hacer cualquier otra cosa posible, ya que, al sentir que su rutina era fruto de un plan deliberado y arbitrario escogido al azar, no entendía por qué debía persuadir a otros seres de su especie para que depositen sus papeles de colores en espacios para dormir con mayor decoración para los días en que ordenada y armoniosamente se rompía con la rutina iniciando la rutina de romper con las actividades diarias…

Súbitamente no le encontró sentido a su tarea diaria de torcer la voluntad de su especie y pensó que quizá ya era hora de iniciar otra actividad. Miró a su alrededor. Saltar en el agua se veía bien. También podía utilizar el dispositivo de plástico para enmendar supuestas equivocaciones crónicas. Siempre le había fascinado la idea de verse rodeado de seres de su especie mientras gritaba. O quizá trasladarse en alguna máquina de metal y pedir pequeños trozos de papel y marcarlos. La decisión estaba condicionada por la cantidad de papeles de colores que se le diera a cambio de realizar la tarea y por el valor numérico impreso en cada papel. Nada era fácil en este mundo.