jueves, 18 de agosto de 2011

EL DISTRITO FEDERAL, una mirada postmoderna y mala onda

Con un zócalo similar a la Plaza de Mayo (con manifestaciones y todo), peatonales similares a Florida y Lavalle, similares líneas de subterráneos, similares barrios, similares edificios… el DF se presenta como una versión de Buenos Aires mucho más grande y mucho más gris.
Universalmente traducible, uno sale del aeropuerto y ya sabe adónde ir y cómo… Mapitas de los recorridos del metro, trolebús, colectivos. Barrios elegantes resaltados con colores. Un pseudo San Telmo con la casa de Frida Khalo. Edificios igualitos a los del microcentro. El DF es igual a cualquier otra ciudad… pero más pobre. Y con un nivel de represión que se siente en el aire.

Quizá escapan al ojo promedio… pero justo al ladito del zócalo, ahí nomás de la catedral, cerca del palacio municipal y demás edificios gubernamentales se erigen imponentes los restos de Tenochtitlán. El origen de México. Su historia callada por España; por las miles de iglesias que se construyeron sobre cada templo. Las ruinas, rodeadas de placas de durlock que resguardan el trabajo de investigación y las excavaciones, persisten como testigos mudos y prueba fehaciente de que el DF no es una ciudad como cualquier otra… y no debería intentar serlo.

Así, uno anda por el DF como sintiéndose en casa pero con una punzante sensación de que algo no anda bien… Y es en los recovecos, en las esquinas, en los espacios más ocultos donde se ven las diferencias y donde se aprecia su identidad.

Los mercados clandestinos abundan. Con las bolsas listas y las cosas a mano para salir corriendo ante el primer atisbo de una sirena policial, los vendedores ambulantes se asientan en cada espacio libre.
El bar de moda es la pulkería.
Pulke. Moco de alien. Sangre de depredador. Un derivado del maguey (tipo de cactus) de consistencia viscosa y colores varios. Mezclado con leche, apio u otras cosas, sabe muy rico, al punto en que te tomás dos vasos, quedás re en pedo y ni cuenta te das.

Llegué al DF, la ciudad más grande de Latinoamérica, esperando diversidad, transgresión, vanguardia. Encontré conservación en su extremo. Homogeneidad excesiva. Religiosidad impuesta. Ideales y estándares foráneos. Malinchismo exacerbado y mucho, mucho tipo pajero…

La gente fue amable desde que salí de las escaleras del subte. No caminé ni dos pasos y un estudiante ya me estaba preguntando si necesitaba ayuda. El turista escasea. Somos una especie rara.
Sin embargo, nunca supe si la gente me era amable de forma espontánea o si mi carácter de güera me convertía en ese ideal instaurado desde la conquista.
Blanca. Blanca y mujer. Blanca, mujer y con cabello corto. Blanca, mujer, con cabello corto y sola. Una en un millón.

Pasé un par de días con Mili y Uri. Geniales. Conocí a Blue Demon, una estrella de la lucha libre. Y miré tele de aire. Telenovelas. Y ahí lo entendí todo…
A México le cagaron la vida las telenovelas…
Se fingen embarazos, se arman triángulos amorosos, se espera salir de la pobreza encontrando al hombre ideal... Con estándares irreales y expectativas ficticias, el mexicano promedio se complica la vida... como en la tele. Y espera salir de la dominación a través de la clase que lo somete.
Thalía y todas sus Marías son el modelo a seguir y un ejemplo de vida.
Cásese. Cásese bien.

Nota del traductor*: conste que puse en el título que la mirada era mala onda, ¿eh?

*Por traductor entiéndase yo misma.

1 comentario:

  1. La verdad que escribís cada vez mejor. De tus crónicas puedo colegir que al final si Argentina, y por Argentina me refiero a Ciudad de Buenos Aires + conurbano, no tuviera tantos argentinos sería el mejor país del mundo ¡Vamos todavía que somos potencia!

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