jueves, 18 de agosto de 2011

SE ME ENMUDECIERON LOS DEDOS

Quién sabe por qué habrá sido, ¿no? Pero la rutina te atrapa y súbitamente, de un día para el otro, ya no tenés nada que contar… porque tus días transcurren iguales, porque naturalizás la playa, el Caribe, las presentaciones de venta, el timeshare y los all inclusive. Tu universo inmediato se osifica, se calcifica y para cuando te querés dar cuenta… ya no tenés nada nuevo que contar y no podés distinguir el miércoles del lunes.

Trataré de resumir estos nueve meses en el Caribe para recordarlos en el futuro… Vivir sola fue una experiencia única. De pasar de casas de desconocidos y hostels a de repente tener mi espacio y poder mear con la puerta abierta fue… sublime. Todos los días en pelotas.
Los primeros tres meses fueron de pura novedad, trabajo nuevo, casa nueva, tele, cable y gimnasio… para cuando caí en la cuenta de que tenía una rutina armada ya era demasiado tarde. Todos mis días se sucedían iguales. Ahí entré en pánico. Y, tras meses sola por el mundo, durmiendo en cualquier lado y sin saber adónde iba a ir mañana, mi vida en Playa del Carmen me estresó.
No me tomó más de 15 minutos caer en la cuenta de que no estaba tan mal tampoco. Estaba en la Caribe, con amigos y un trabajo archi relajado donde sólo juego a las cartas por computadora y me hago amiga de la gente para que ni por las chapas se les cruce la idea de que los estoy invitando a una presentación de ventas... más que al 47° aniversario de la compañía que ya hace 8 meses que se celebra… (sí, reconozco que mi trabajo es mediocre. Y vil. Pero me va a pagar la vida de mis próximos seis meses, cuando vuelva al ruedo. Como Rocky II, Depredador II y tantos otros que regresan con gloria).
Así, de un día para el otro, mi disconformidad crónica se fue (aunque debo reconocer que me vuelve… cada dos por tres).
Pero mi hartazgo me sirve de freno. Estos meses fueron una pausa para lo que se viene. Conocí mucha gente que vale la pena. Viví miles de experiencias gratas y aprendí a persuadir a la gente de una forma en la que jamás me hubiera imaginado que podía… todas herramientas útiles para la vida.

Lo que sí sé hoy por hoy es que México, o al menos el Caribe, ya agotó todo sus recursos. Tras noches de borrachera, romances truncos, amistades duraderas y mucha playa y sol ya me puedo ir. Es más, ya me quiero ir. Volver. Con la frente marchita, del sol supongo. Verlos a todos ustedes. Escuchar qué les pasó en este tiempo de ausencia y compartir, con quienes más quiero, un poquito de lo que vi.

Me asusta reconocerlo, gente, pero sólo viajando me siento con vida. Quiero creer que en algún momento me asentaré. Y seré feliz de vivir en un lugar y de pertenecer. Pero, hoy por hoy, después de escaparme por una semanita al DF, sé que soy una callejera. Y que quiero girar por el mundo hasta encontrar a aquel magnate ruso que me mantenga esta vida pero en un yate por el resto de mis días… (no necesariamente tiene que ser ruso. Podría ser también inglés).

Ay, ay, ay… qué vamos a hacer con Sofi. ¿Cuándo se va a casar? ¿Cuándo va a formar una familia? ¿Cuándo va a volver a Argentina? ¿Cuándo va a quedarse quieta?
No sé. Y no quiero (cara de enojada con ceño fruncido).

Desde ya, mi más sinceras disculpas a los que esperaban una vida más convencional de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario