martes, 20 de enero de 2015

QUÉ (NO) HACER EN UNA RELACIÓN A DISTANCIA

Tras casi un mes y medio sin ver a mi esposo, he logrado resignar mi orgullo y admitir, muy a mi pesar, que lo extraño. Y que la mujer fuerte, independiente y autosuficiente que fui (y tal vez aún soy), se siente mejor si lo tiene al lado.

Es esta mi segunda experiencia de “relación a distancia” y, por más que no me siento en condiciones de dar consejos sobre qué hacer para mantener “la llama viva”, sí he cometido suficientes errores como para enumerar todo aquello que NO hay que hacer*. A continuación encontrarán un listado de opciones a NO seguir en caso de encontrarse en una relación a distancia (más de una se aplica a relaciones convencionales también).

1) NO ROMPA LAS BOLAS. Como se menciona anteriormente, este apartado es aplicable también en todo tipo de relación. Salga, pasee, diviértase. No le rompa las bolas al otro sólo porque está lejos.
2) NO MANDE MENSAJE NI LLAME CADA 35 SEGUNDOS. Este ítem, intrínsecamente relacionado con el anterior, expresa una clara tendencia del alejado a intentar acercarse por medio de la telefonía móvil y las redes sociales. No lo haga.
3) NO SE ENOJE. No hay nada peor que una pelea a distancia. Si eliminamos el contacto físico, las gesticulaciones, la gracia propia del “estar en vivo”, una pelea a distancia sólo nos deja una voz que recrimina y exige (atención, tiempo, cariño, etc). Convengamos que, aunque el cariño suele seguir intacto, dos meses sin ver a la persona amada pueden apaciguar ciertas sensaciones. En otras palabras, tras dos meses de no ver a alguien, no se está en la cresta de la ola. Recriminaciones y enojos por parte de cualquiera de los dos lados sólo lograrán que el otro corte el teléfono y vuelva a ver la película libanesa con la fotógrafa esa que encima está re buena.
4) NO AMENACE CON CORTARSE LAS VENAS CON UN CUTER FRENTE A LA CÁMARA DE SU PC. Creame, no funciona.
5) CUIDADO CON LAS FOTOS SEXYS. Si usted se encuentra en sus veintes, cualquier video o foto habrá de ser bienvenida y vista en muchísimas ocasiones. Hasta luego de haber terminado la relación (que no funcionó porque era a distancia, obvio). Si, por el contrario, usted sobrepasa los treinta, ha subido de peso y perdido pelo, le recomendamos, por el bien de su relación, abstenerse de cualquier demostración virtual de erotismo.
6) NO SE ACUESTE CON OTRA PERSONA. Si lo hace, aténgase a las consecuencias.
7) NO ETIQUETE A SU PAREJA EN PUBLICACIONES DE MIERDA. Si usted no se encuentra cerca de su pareja para mearla, la forma más aceptada de marcar territorio hoy en día es el tag en las redes sociales. Así, haciendo público el hecho de que se está en pareja uno cree estar tomando posesión del otro a través del famoso “tag” o etiqueta. Encontramos entonces publicaciones como: “Carlos Luis Gutiérrez te estranio y pienso en voz cada dia”. En el muro de Carlos Luis, seis veces al día.
8) NO LE CUENTE A SU PAREJA CADA DETALLE INTRASCENDENTE DE SU VIDA DIARIA. Seguramente, a nadie le interesaba el valor de la cebolla o que hoy hace más frío que ayer cuando lo contaba en vivo y en directo. Pero cuando uno tiene sólo conversaciones telefónicas con el otro, la palabra cobra otro sentido y se hace más difícil no prestar atención a lo que el otro dice.
9) NO LLAME A LA FAMILIA O AMIGOS DE SU PAREJA PARA DECIRLES QUE ES UN/A PELOTUDO/A. En primer lugar, porque seguramente ya lo saben. En segundo lugar, porque seguro después se va a arreglar la cosa y la humillación pública no se la quita nadie.
10) NO FINJA UN EMBARAZO. Meno aún si el periodo transcurrido entre la última vez que usted vio a su pareja y la gestación del niño que usted lleva en su vientre no son coincidentes. 
Por último, y creo que la más últil de todas,  
11) DELE AMOR A SU PAREJA Y HÁGALO SENTIRSE QUERIDO/A. Piense en qué es lo que el otro necesita para sentirse bien y téngalo en cuenta. Esta única regla hace innecesario siquiera considerar todas las anteriores.



*NOTA: cabe mencionar que NO he cometido todo lo enumerado en la lista. Algunos ejemplos parten de mi conocimiento general de mundo y sentido común. 

miércoles, 14 de enero de 2015

VOLVER

Con la frente marchita… o bueh, en mi caso, cagada de frío.

Para el que se va a vivir fuera, volver es siempre todo un tema. Creo que mucha gente ha ya ahondado en la nostalgia, en cómo se percibe el lugar en que uno vivió, los cambios del barrio, del país, etc. Hoy me interesa reflexionar sobre la gente. Qué pasa con las amistades del que se va.

Cuando uno se va, obviamente, todas las vidas continúan. Yo he hecho amigos en Ushuaia, México, Bélgica y, ahora también, en Mongolia. Pero para uno, para el que se va, las últimas amistades que deja en el lugar de donde parte son las que quedan. Es como si súbitamente se detuviera el tiempo y uno intentara cortar y pegar el último día en que estuvo (hace un año, dos, tres) y el ahora.

Los que quedan saben que uno siguió con su vida, porque tienen Facebook. Al mismo tiempo, hacen nuevas amistades, generan nuevos vínculos, se pelean, se amigan, se separan. Sus vidas cambian. Para el que se fue, estos cambios son más difíciles de percibir. Cuando uno pone una foto de China, todo el mundo sabe que anduvo por Asia. Cuando uno se deja de hablar con alguien de un grupo de amigos de antaño, no lo publica en Facebook.

Así, suele pasar que cada vez que vuelvo me pongo a contactar a la misma gente que sentí cerca hace siglos (porque son los que me unen a Buenos Aires). Con más de uno de ellos, a veces ni siquiera intercambiamos un mensaje en todo el año. Los resultados son de lo más diversos. De a poco me empiezo a enterar que fulano ya no es amigo de mengano;  que otro está enojado conmigo; que a uno siempre le caí mal; que otro cree que me morí y así sucesivamente.

Hay gente que se sorprende, al mejor estilo “¿por qué me llama a mí para tomar un café?”. Otros no responden y otros se alegran.

Cada vez que vuelvo se da este ritual de desempolvar mi agenda y reunirme con todas esas personas que están presentes en mi memoria, pero que no veo desde hace mucho.

Este año en particular, la trama se complejiza porque no sólo los he contactado, si no que los he invitado a mi casamiento (música de suspenso). Mi invitación al evento por Facebook ha generado reacciones de todo tipo: un amigo creyó que era una broma; familiares lejanos contestaron automáticamente con la mayor de las alegrías; gente que fue invitada pero no es de extrema confianza se sorprendió y no sabe si aceptar o no; algunos todavía ni se enteraron de que me caso. Menos aún de que están invitados. 

Es por eso que me veo ahora en la obligación moral de explicar por qué me caso. Y por qué invito a mucha gente.
Creo que éstas son casi las mismas palabras que usé en la boda de mi amiga Mariana. Cuando uno comienza a viajar, el primer impacto que recibe son los paisajes. Las maravillas de la naturaleza. Todo es sensorial. Con el tiempo, “lo bello” se naturaliza y cada vez cuesta más estimular las percepciones de alguien que ha visto mucho. Los paisajes pierden su protagonismo para cederle al lugar a la gente. La calidez, la hospitalidad, la sensación de bienvenida se vuelven la clave para decidir si una ciudad es bonita o no.

Mi vida estos últimos años ha sido una larga sucesión cíclica de trabajo-ahorro-viajo. Al inicio de uno de los últimos ciclos, mi próximo destino era Asia. A Paul le ofrecen un trabajo en Mongolia, justo está en Asia, nos tenemos que casar para que sea todo más fácil. Y así sin más un día, medio de la nada, me encuentro diciendo “che, ¿y si hacemo una fiesta?”. Minutos más tarde: “Y si la hacemo en Argentina?”. Desde ese momento en adelante, Indonesia, Tailandia y Cambodia perdieron todo mi interés. Al principio era una quinta. Seguro había asado. Después hubo vino. Iban mis amigos. Y la familia de mis amigos. Y los amigos de mis amigos. Y la vecina, Daniela, porque la invitó a mi abuela al cumple de 15 de su hija. Y ahí se fue de control. Ahí ya no había Asia, África ni Disney que me sacara de la cabeza la imagen de todos mis amigos y conocidos de todas partes del mundo reunidos, por un día, con pileta asado, vino y campeonato de truco. En mi país.

Así, hoy puedo decir que tras años de recorrer muchos países mi viaje más importante es el mes que viene. Un día en mi vida en el que juntaré todo lo que me dejó el ser una trotamundos: la gente; mi compañero de vida, mi familia, mis amigos, más un buen asado, buen vino y una pileta. Espero que todos me puedan acompañar en esta aventura.