Con la frente marchita… o bueh, en mi caso, cagada de frío.
Para el que se va a vivir fuera, volver es siempre todo un
tema. Creo que mucha gente ha ya ahondado en la nostalgia, en cómo se percibe
el lugar en que uno vivió, los cambios del barrio, del país, etc. Hoy me
interesa reflexionar sobre la gente. Qué pasa con las amistades del que se va.
Cuando uno se va, obviamente, todas las vidas continúan. Yo
he hecho amigos en Ushuaia, México, Bélgica y, ahora también, en Mongolia. Pero para
uno, para el que se va, las últimas amistades que deja en el lugar de donde
parte son las que quedan. Es como si súbitamente se detuviera el tiempo y uno
intentara cortar y pegar el último día en que estuvo (hace un año, dos, tres) y
el ahora.
Los que quedan saben que uno siguió con su vida, porque
tienen Facebook. Al mismo tiempo, hacen nuevas amistades, generan nuevos
vínculos, se pelean, se amigan, se separan. Sus vidas cambian. Para el que se
fue, estos cambios son más difíciles de percibir. Cuando uno pone una foto de
China, todo el mundo sabe que anduvo por Asia. Cuando uno se deja de hablar con
alguien de un grupo de amigos de antaño, no lo publica en Facebook.
Así, suele pasar que cada vez que vuelvo me pongo a
contactar a la misma gente que sentí cerca hace siglos (porque son los que me
unen a Buenos Aires). Con más de uno de ellos, a veces ni siquiera
intercambiamos un mensaje en todo el año. Los resultados son de lo más diversos.
De a poco me empiezo a enterar que fulano ya no es amigo de mengano; que otro está enojado conmigo; que a uno
siempre le caí mal; que otro cree que me morí y así sucesivamente.
Hay gente que se sorprende, al mejor estilo “¿por qué me llama
a mí para tomar un café?”. Otros no responden y otros se alegran.
Cada vez que vuelvo se da este ritual de desempolvar mi
agenda y reunirme con todas esas personas que están presentes en mi memoria, pero
que no veo desde hace mucho.
Este año en particular, la trama se complejiza porque no
sólo los he contactado, si no que los he invitado a mi casamiento (música de
suspenso). Mi invitación al evento por Facebook ha generado reacciones de todo
tipo: un amigo creyó que era una broma; familiares lejanos contestaron
automáticamente con la mayor de las alegrías; gente que fue invitada pero no es
de extrema confianza se sorprendió y no sabe si aceptar o no; algunos todavía ni
se enteraron de que me caso. Menos aún de que están invitados.
Es por eso que me veo ahora en la obligación moral de
explicar por qué me caso. Y por qué invito a mucha gente.
Creo que éstas son casi las mismas palabras que usé en la boda de mi amiga Mariana. Cuando uno comienza a viajar, el primer impacto que recibe son los paisajes. Las maravillas de la naturaleza. Todo es sensorial. Con el tiempo, “lo bello” se naturaliza y cada vez cuesta más estimular las percepciones de alguien que ha visto mucho. Los paisajes pierden su protagonismo para cederle al lugar a la gente. La calidez, la hospitalidad, la sensación de bienvenida se vuelven la clave para decidir si una ciudad es bonita o no.
Creo que éstas son casi las mismas palabras que usé en la boda de mi amiga Mariana. Cuando uno comienza a viajar, el primer impacto que recibe son los paisajes. Las maravillas de la naturaleza. Todo es sensorial. Con el tiempo, “lo bello” se naturaliza y cada vez cuesta más estimular las percepciones de alguien que ha visto mucho. Los paisajes pierden su protagonismo para cederle al lugar a la gente. La calidez, la hospitalidad, la sensación de bienvenida se vuelven la clave para decidir si una ciudad es bonita o no.
Mi vida estos últimos años ha sido una larga sucesión cíclica de trabajo-ahorro-viajo. Al inicio de uno de los últimos ciclos, mi próximo destino era Asia. A Paul le ofrecen un trabajo en Mongolia, justo está en Asia, nos tenemos que casar para que sea todo más fácil. Y así sin más un día, medio de la nada, me encuentro diciendo “che, ¿y si hacemo una fiesta?”. Minutos más tarde: “Y si la hacemo en Argentina?”. Desde ese momento en adelante, Indonesia, Tailandia y Cambodia perdieron todo mi interés. Al principio era una quinta. Seguro había asado. Después hubo vino. Iban mis amigos. Y la familia de mis amigos. Y los amigos de mis amigos. Y la vecina, Daniela, porque la invitó a mi abuela al cumple de 15 de su hija. Y ahí se fue de control. Ahí ya no había Asia, África ni Disney que me sacara de la cabeza la imagen de todos mis amigos y conocidos de todas partes del mundo reunidos, por un día, con pileta asado, vino y campeonato de truco. En mi país.
acabo de postear algo y se borro lcdll grrr jaj buep te comente lo siguiente :: che veo q nadie escribio nada x aca jajaja ... me pone contento tu historia x q veo q la contas con felicidad, alegria y valoras mucho a los q te rodean.... Mis mejores deseos de felicidad en esta nueva etapa q emprenden juntos :)
ResponderEliminarfirma: El gato con botas ;p