martes, 6 de diciembre de 2011

Segundo ride a París


En el mismo lugar que antes, con mucho más frío y lluvia, desenvainé mi cartel: París (dibujo chungo de una torre que parecía más una antena de telefonía celular) avec une argentine (banderita de argentina)... Los belgas no estaban preparados para eso. No, no.
Una sucesión de conductores forzaban la vista para leer el cartel y expresiones de lo más diversas se sucedían cuando ya estaban demasiado lejos o demasiado rápido para frenar... Más de uno se lamentó, lo sé por sus caras.
Por suerte, Smail paró. Argelino, hacía ya más de 10 años que vivía por estos lares... Entendiendo la mitad de lo que me decía pero deduciendo gran parte de toda la conversación gracias a mis grandes habilidades extralingüísticas (debería ser una suerte de súper poder, ¿no?), supe que en Argelia la cosa está jodida. Y que, al parecer, es principalmente culpa del gobierno... corrupto. Su historia me sonó familiar, pero en pos de no perder el hilo de la conversación traté de no armar analogías en mi cabeza.
Me contó que parte de su familia estaba en Inglaterra. Mi francés se limita a la sesión hipnótica con Francesco y  a un sitio web muy muy malo donde te muestran tooooodas las conjugaciones en las tres primeras clases sin vocabulario alguno. Como si fuera posible para mí usar el pretérito imperfecto sin saber cómo nombrar a los miembros de la familia... Fue esto último lo que me llevó a creer que en Inglaterra estaban las dos esposas de Smail, una polaca y otra inglesa. Tras reír un rato y explicarle mi malentendido caí en la cuenta de que quienes estaban en Inglaterra eran sus dos hermanos con sus respectivas esposas... una polaca y otra inglesa. Y que los que se casan con muchas son los marroquíes, no los argelinos...
Smail era divorciado.Vivía en Mons, cerca de la frontera con Francia y ahí tenía un restorán cuya especialidad era la carne. Cerca de llegar a Mons me preguntó si quería conocerlo y almorzar ahí... Chequeé mi agenda y vi que tenía casi toda la tarde libre, así que acepté.

La especialidad de La Cervoise era un gran pedazo de carne cruda sobre un rectángulo de roca híper caliente. Uno tenía que cortar y abrir la carne para cocerla bien... Raro, rico y raro. "Charlamos" (si se puede llamar conversación a un intercambio monológico donde yo simulaba entender) y luego me despedí. Smail me dejó su número y me dijo que volviera a pasar a mi vuelta de París.

Lejos de una gasolinera, al mediodía y con pocas hora de luz restantes la cosa fue difícil... Esperé como ocho minutos, nadie paraba, hasta que me acerqué a un auto que se acercaba por una calle alternativa y le pedí que me llevara a la gasolinera más cercana.
No recuerdo su nombre. Era de Túnez. Al principio,  desconfiadamente, el conductor no entendía mucho qué hacía ni para dónde iba. Después de presentarme y ver que era inofensiva me dijo que tenía 34 años, me preguntó mi edad, siempre de forma muy respetuosa, mientras se reía feliz de estar llevando una chica joven en su auto... (porque en Europa soy joven. Recuérdenlo, acá todos tienen 30 o más*).
Ay, ay, ay... tanta abstracción y tecnología para ir en busca siempre de lo mismo. Cómo nos gusta negar la biología, ¿eh?

Bajé en la estación de servicio y empecé a hablar con todos. Algunos, al verme, me daban instrucciones y no entendían que estaba pidiendo un ride. Otros, muchos, al principio me miraban desconfiados, me decían hacia dónde iban ellos y después de mi sonrisa con un fuerte merci boucup me preguntaban de dónde era, me hablaban en el poco español que sabían, nombraban a Maradona y empezaban a señalarme las placas de los autos que iban a Francia... La gente es buena. No me cabe ninguna duda.

Así encontré a Niko y Jeunes. Dos malabaristas con rastas que no tuvieron que deliberar mucho para decirme que sí...

En su camioneta llegué a otra estación de servicio, ya a sólo una hora de París.
Ahí me acerqué a cuatro estudiantes franceses que venían de Bruselas a pasar el fin de semana con sus familias. Un muchacho, tres mujeres. Una de ellas hablaba inglés y no podía entender del todo qué hacía ahí, sola... Parece que en Europa el concepto de "gratis" es muy alien... Más todavía el de "interactuar con un desconocido".

Me dejaron en París. mandé un mensaje al cel de Emma desde el teléfono de alguien en el metro y media hora más tarde llegó Esther para abrirme la puerta...

Un fin de semana de locos. Bien burgués. Con discoteca cara y restorán asiático... Gasté el triple de lo que me habría costado el pasaje. Pero al almuerzo con Smail y a las charlas de las gasolineras el dinero no las puede comprar... para todo lo demás, existe Master Card... pero tampoco tengo**, así que bueh...

*Para más información remitirse a "Bruselas, una ojeada al primer mundo"
**Por más información al respecto remítase a "Cómo sobrevivir en París sin internet, celular ni tarjeta de crédito"

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