Cómo describir mi primera impresión de Europa… Cómo resumir
en un par de líneas el shock cultural que representó el cruzar el charco.
Tras un año en México y ocho meses previos por Sudamérica,
mi primera sensación de Europa superó cualquier expectativa. El viejo
continente se presentó ante mí como un nuevo código, completamente
inaprehensible y foráneo. Similar a aquel primer encuentro con Bolivia,
Bruselas me mostraba una forma de vida muchísimo más alien que lo que mi paso
por Buenos Aires estaba dispuesto a aceptar…
Para empezar, la disposición visual, la arquitectura y el
diseño de la ciudad construyen imágenes idílicas, una sucesión de fotos
postales que constituyen el espacio cotidiano de muchos. Nada está fuera de lugar, nada desencaja.
Catedrales góticas comparten la escena con palacios neoclásicos y jardines
reales forjando una armonía que, aunque forzada, sólo ostenta esplendor…
edificios abandonados se esconden a mitades de cuadra haciendo su mejor
esfuerzo por desacomodar el orden y humanizar el entorno… No lo logran. Todo
sigue siendo lindo. Todo sigue estando bien.
En Bruselas conviven todos. Es posible ver árabes,
españoles, franceses, turcos y latinos. Todos conservan “su lugar” dentro de la
amalgama social. Seguramente un tanto durkheiniana, la ciudad se estructura de
acuerdo a los estándares sociales pre asignados según la Unión Europea…
Llama poderosamente la atención, la escasez de niños… Parece ser que los Europeos, satisfechos consigo mismos, con su estatus social y su nivel de confort se han visto en lo posición de prescindir casi por completo… de procrear. Han optado por relegar la ardua tarea de reproducirse a las economías en vías de desarrollo.
Podría asegurar que la edad promedio en Europa es 30. Todos son treintañeros. O parecen serlo. O aspiran a serlo. O lo serán dejando muy poca gente detrás suyo más joven aún…
En su día promedio, el habitante de Bruselas trabaja unas pocas horas, quizá en algún departamento o ente no gubernamental, para luego salir por las callejuelas a ver algún show de jazz, jam sesión, espectáculo o simplemente cenar con amigos… En el centro siempre hay gente. Todos salen a pasear. Nadie se preocupa por si alcanzará para las cuentas, porque siempre alcanza. Nadie se preocupa por dónde dejar a los críos porque nadie los tiene. Y nadie se preocupa por lo que implica salir de la casa en otoño por la noche porque el índice de criminalidad es nulo y el seguro social cubre todo tipo de gripe…
Llama poderosamente la atención, la escasez de niños… Parece ser que los Europeos, satisfechos consigo mismos, con su estatus social y su nivel de confort se han visto en lo posición de prescindir casi por completo… de procrear. Han optado por relegar la ardua tarea de reproducirse a las economías en vías de desarrollo.
Podría asegurar que la edad promedio en Europa es 30. Todos son treintañeros. O parecen serlo. O aspiran a serlo. O lo serán dejando muy poca gente detrás suyo más joven aún…
En su día promedio, el habitante de Bruselas trabaja unas pocas horas, quizá en algún departamento o ente no gubernamental, para luego salir por las callejuelas a ver algún show de jazz, jam sesión, espectáculo o simplemente cenar con amigos… En el centro siempre hay gente. Todos salen a pasear. Nadie se preocupa por si alcanzará para las cuentas, porque siempre alcanza. Nadie se preocupa por dónde dejar a los críos porque nadie los tiene. Y nadie se preocupa por lo que implica salir de la casa en otoño por la noche porque el índice de criminalidad es nulo y el seguro social cubre todo tipo de gripe…
Fácil. Si tuviera que resumir mi percepción sobre Europa (o
al menos sobre Bruselas) en una sola palabra,
la primera que se me viene a la mente es “fácil”. La vida en simple. Lisa.
Llana. Sin preocupaciones. Hay trabajo, hay bienestar, hay tiempo para el ocio,
el entorno es ameno… la vida en Bruselas es fácil.
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